Características de la violencia emocional


Por Rhina Cardenal DeBayle, periodista Nicaragüense, víctima de violencia emocional.

 A menudo se destaca en los medios de comunicación la violencia física de que son víctimas miles de mujeres en el mundo, incluyendo aquéllas que mueren diariamente a manos de sus compañeros de vida. Ésta es la evidencia más cruda de la existencia de este terrible flagelo en nuestros hogares.

Sin embargo, existe otro tipo de violencia intrafamiliar que, a pesar que es aun más común que la violencia física y que sus secuelas también son brutales, no se destaca suficientemente. Ésta es la violencia emocional y psicológica.

La violencia emocional es más difícil de demostrar y es minimizada porque no deja cicatrices visibles, aunque sus secuelas son más profundas, porque su blanco es el espíritu y la psiquis de la víctima.

En nuestras sociedades machistas justificamos este maltrato catalogándolo de “normal”. Es más fácil hacerse de la vista gorda y culpar a las víctimas señalándolas de idiotas por “dejarse” o “merecerlo”, sin comprender el proceso estructurado del abusador que prepara las circunstancias para asegurarse el control absoluto sobre su víctima para abusarla impunemente.

Con trato dulce y promesas que nunca llega a cumplir, el típico abusador sutilmente aísla a su víctima de todo su entorno, manipula para hacerla depender emocional y económicamente de él. La empuja a renunciar a sus medios de subsistencia e independencia, a alejarse de sus intereses, amistades y familia. Al momento del maltrato, ella no tiene salida o escape y le acepta todo.

Culpa a su víctima de todas sus acciones abusivas: Si él se embriaga es porque ella lo provoca, si la rechaza, la insulta o le es infiel es porque ella no merece ser amada por no ser suficientemente buena en determinadas actividades, delgada o atractiva o porque para él, ella no hace nada bien y no es capaz de hacerle feliz. Siempre inventa una justificación, de la que ella es responsable por su crueldad.

El abusador es un déspota cuyo comportamiento oscila entre amoroso y cruel, para mantener a la víctima confundida, atada y sometida. El dinero lo utiliza como un instrumento de control, y el amor y el cariño como una forma de premio o castigo al sometimiento absoluto a la voluntad del tirano.

¿Cuántas mujeres sufren en silencio este tipo de violencia en Nicaragua? ¡Muchísimas más de lo que podemos imaginar! Podrías ser tú, o tu madre, tu hija o tu hermana, tu vecina o tu amiga? Ni cuenta nos damos, pues la víctima es leal, y teme a las reacciones del déspota? le guarda el secreto, lo protege, y generalmente? ¡lo ama!

¿Podemos acaso imaginarnos lo devastador que es vivir a diario recibiendo insultos, rechazos, maltratos y traiciones del ser en quien hemos depositado toda nuestra confianza, nuestro amor y de quien dependemos aun para nuestro subsistir?

El abuso emocional va permeando poco a poco la psiquis. No sucede de la noche a la mañana. Hasta las mujeres más inteligentes, capaces e independientes pueden llegar, sin darse cuenta, a ser víctimas y perder su autoestima y dignidad en manos del hombre que aman, tratando de salvar la ilusión de su relación conyugal.

La violencia emocional ya está tipificada como un delito por ser reconocidos mundialmente sus demoledores efectos en las víctimas y en las sociedades, sin embargo, pocas veces se procesa y se condena a los abusadores, ya que el delito es minimizado y el proceso mismo maltrata aun más a la víctima y protege al victimario.

Para construir una sociedad libre y justa debemos hacer responsables de sus actos a los abusadores emocionales y obligarlos a responder por los daños que causan a sus víctimas.

Debemos proteger a nuestras familias, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, pues todos son víctimas del abusador.

La indiferencia y la tolerancia de nuestra sociedad a la violencia en todas sus formas nos hace cómplices de este delito y lo fomenta.

No protejamos a los déspotas con nuestras actitudes condescendientes, ni hagamos responsables a las mujeres abusadas de las brutales acciones de sus cónyuges.

Ayudemos a las víctimas a romper las cadenas del silencio y a liberarse del control tiránico de los abusadores.

La justicia debe proveerles una oportunidad de sanar sus “invisibles” lesiones y de tener una vida digna y libre de cualquier tipo de violencia.

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