13 millones de mujeres perdieron sus empleos a causa de la pandemia en América Latina y el Caribe


Un retroceso sin precedentes en la tasa de participación laboral y el aumento de la desocupación hacen que sea urgente aplicar políticas para mayor igualdad de género en el trabajo, como componente clave de las estrategias de recuperación tras la COVID-19, informó la Organización Internacional del Trabajo.

Los planes de recuperación del mundo del trabajo tras la pandemia de COVID-19 en América Latina y el Caribe deben incluir medidas especiales para favorecer la reincorporación laboral de las mujeres, que fueron especialmente golpeadas por una crisis causante de fuertes salidas de la fuerza de trabajo, desempleo y grandes demandas de cuidados no remunerados, destacó la OIT.

“Esta crisis sin precedentes ha exacerbado las brechas de género en los mercados de trabajo de la región, sacando de la fuerza de trabajo a millones de mujeres y anulando avances anteriores. Hemos retrocedido más de una década en un año y ahora necesitamos recuperar esos empleos y pisar en el acelerador de la igualdad de género”, dijo el Director de OIT para América Latina y el Caribe, Vinícius Pinheiro.

Antes de la pandemia la igualdad de género era una asignatura pendiente que desafiaba a los hacedores de políticas laborales a enfrentar sus raíces estructurales, aún cuando se habían registrado importantes avances durante décadas. Con la crisis actual “han aparecido nuevas dimensiones que ensanchan las brechas”.

“La recuperación de la crisis en el trabajo debe desactivar la amplificación de desigualdades causada por la COVID-19, si queremos lograr un crecimiento económico sostenible con empleos productivos y de calidad. En este Día Internacional de la Mujer es crucial reafirmar el compromiso para recobrar el terreno perdido durante la debacle económica y social en nuestros países”, agregó el Director Regional de OIT.

Los últimos datos disponibles indican que en 2020 la tasa de participación laboral de las mujeres experimentó una baja histórica de 5,4 puntos porcentuales (un retroceso 10,3 por ciento) llegando a nivel de 46,4 por ciento. Por detrás de las tasas porcentuales, esto significa que cerca de 12 millones de mujeres salieron de la fuerza laboral regional debido a la destrucción de los empleos.

El retroceso en la participación laboral de las mujeres se produjo después de décadas durante las cuales se había registrado un aumento constante en su incorporación al empleo remunerado. De acuerdo con los datos del Panorama Laboral de la OIT, hace más de 15 años que no se registraba una tasa tan baja de participación de las mujeres.

Por otro lado, la tasa de desocupación regional de las mujeres en 2020 aumento de 10,3 a 12,1 por ciento, por encima del promedio de desocupación general, que subió a 10,6 por ciento, según se destacó en el último informe Panorama Laboral. Esto significó que aproximadamente 1,1 millones de mujeres se incorporaron al desempleo femenino.

Las 13,1 millones de mujeres que han visto desaparecer sus puestos de trabajo a causa de la abrupta baja en la participación laboral y el aumento del desempleo este último año, se suman a cerca de 12 millones que ya estaban afectadas por la desocupación desde antes de la pandemia. En total, alrededor de 25 millones de mujeres están desempleadas o se encuentran fuera de la fuerza de trabajo en este momento.

Las mujeres además han sido afectadas en el mercado de trabajo por su mayor presencia en sectores económicos fuertemente afectados por esta crisis como, por ejemplo, los servicios, donde se desempeña cerca de 50 por ciento de la fuerza laboral femenina, y de comercio, con 26 por ciento.

De acuerdo con el último Panorama Laboral de América Latina y el Caribe de la OIT, la contracción del empleo en 2020 fue particularmente importante en sectores de servicios como hoteles (-17,6 por ciento) y comercio (-12,0 por ciento). A ello se le suma la mayor incidencia de ocupaciones informales que fueron particularmente golpeadas por la crisis en el empleo femenino.

Otro factor que ha afectado y, más aún, puede condicionar las perspectivas de recuperación del empleo de las mujeres son las crecientes dificultades de conciliar el trabajo remunerado con las responsabilidades familiares, en un contexto en donde los servicios educativos y de cuidado se han visto profundamente alterados de la mano de las medidas sanitarias para el distanciamiento y reducción de la movilidad de las personas.

“La pandemia, por un lado, puso en evidencia la importancia vital de estas tareas. Por otro lado, agudizó aún más las tensiones en materia de conciliación entre el trabajo para el mercado y las responsabilidades familiares. A todo esto hay que sumar el aumento del teletrabajo y del trabajo en el domicilio en un contexto de cierre o suspensión de los espacios de cuidado asociado con las medidas de confinamiento y de distanciamiento físico”, explicó la especialista regional de empleo de OIT, Roxana Maurizio.

Según la OIT las consecuencias pueden extenderse más allá de la crisis sanitaria si no se genera el debido soporte de los sistemas públicos de cuidados (enfermos, ancianos, niños) y el sistema escolar presencial, que faciliten el retorno de las mujeres al mercado laboral.

A su vez, el significativo incremento en la subutilización de la fuerza de trabajo durante 2020 puede también generar mayores dificultades para su reinserción laboral en el futuro. Por ende, la crisis económica regional puede incluso tener impactos más permanentes si no se implementan respuestas de política sociolaboral pertinentes.

“No sólo se requieren políticas que incluyan a las mujeres, sino políticas de recuperación del empleo y los mercados laborales que desde su diseño e implementación tengan una perspectiva de género de modo tal de no reproducir las dificultades que ellas enfrentan para insertarse y permanecer en el mercado de trabajo”, comentó Maurizio.

Los institutos y sistemas de formación profesional pueden tener un rol importante en impulsar la participación de las mujeres en ocupaciones no tradicionales para ellas, pero de mayor futuro y productividad. También es importante crear una ruta formativa para las mujeres con bajos niveles educativos que han sufrido mucho más el impacto de la crisis y cerrar las brechas digitales entre hombres y mujeres para asegurar su participación.

Maurizio agregó que el desafío va más allá de recuperar las fuertes pérdidas en materia laboral ocurridas como consecuencia de la pandemia. “Se requiere apuntalar, aún con más fuerza que antes, un proceso que asegure a las mujeres mayores oportunidades de empleo de calidad, formación y acceso a las nuevas tecnologías, reducción de brechas y el pleno cumplimiento de los derechos laborales”.

Nuevas dimensiones se suman a las brechas estructurales de género

En América Latina y el Caribe las mujeres han sufrido con mayor intensidad la pérdida de puestos de trabajo provocadas por la pandemia, explica en este artículo la especialista regional en economía laboral de OIT Américas, Roxana Maurizio.

La crisis provocada por la pandemia está ampliando las brechas de género en los mercados de trabajo en América Latina y el Caribe. Observamos como han aparecido nuevas dimensiones que se suman a los desafíos estructurales que teníamos antes del impacto de la COVID-19 en la región.

La recesión económica de una magnitud y extensión sin precedentes se tradujo en fuertes reducciones en el empleo. En este contexto, las mujeres han sufrido con mayor intensidad la pérdida de puestos de trabajo.

En parte, esta pérdida de empleos de las mujeres se debe a la mayor presencia en sectores económicos fuertemente afectados como, por ejemplo, los de hotelería y restaurantes, y en otras actividades de servicios y del sector de hogares.

La mayor incidencia de la informalidad entre las mujeres también explica la fuerte caída del empleo femenino. La informalidad afecta a 1 de cada 2 mujeres en la región. En sectores económicos altamente feminizados como, por ejemplo, el de trabajo doméstico, la tasa de informalidad alcanza al 80 a 90 por ciento. A diferencia de crisis previas, en ésta la pérdida de empleo estuvo explicada mayormente por lo sucedido con los puestos informales, lo que se contrajeron aún con mayor intensidad que las ocupaciones formales.

Dadas las escasas alternativas laborales en este contexto tan crítico como consecuencia del shock de oferta asociado a las medidas de confinamiento, inicialmente las pérdidas de puestos de trabajo se tradujeron no sólo en transiciones hacia el desempleo sino mayormente en un nivel sin precedentes de salidas de la fuerza de trabajo.

Se estima que en 2020 alrededor de 12 millones de mujeres salieron del mercado de trabajo.

Las fuertes salidas de la fuerza de trabajo podrían revertir tendencias previas como la creciente incorporación de la mujer en el mundo del trabajo. En la mayoría de los países de la región la pandemia ha generado retrocesos significativos en el camino ascendente recorrido previamente por la oferta laboral femenina. En algunos de ellos, la tasa de participación retrocedió 15 o 20 años.

Adicionalmente, es esencial mencionar las crecientes dificultades de conciliar el trabajo remunerado con las responsabilidades familiares en un contexto en el cual los servicios educativos y de cuidado se han visto profundamente alterados por las medidas sanitarias para el distanciamiento y reducción de la movilidad de las personas.

Dado que la pérdida de empleo ha sido más intensa entre las trabajadoras informales, se produjeron contracciones significativas en los ingresos laborales que no han podido ser compensadas plenamente por las políticas de transferencias implementadas en los países de la región, generando situaciones económicas muy críticas, tanto a nivel personal como familiar. Los hogares con jefatura femenina y con niños, niñas y adolescentes a cargo han sido los más afectados.

Por lo tanto, la crisis sanitaria y económica no solo ha visibilizado las brechas de género estructurales en los mercados de trabajo de América Latina y el Caribe, sino que las ha exacerbado. El desafío es doble. Por un lado, recuperar las fuertes pérdidas en materia laboral como consecuencia de la pandemia. Por otro, esta situación demanda, aún con más fuerza que antes, de un conjunto integral y coherente de medidas que apuntalen la inserción y permanencia de las mujeres en puestos de trabajo decentes.

Para ello se requiere retomar y fortalecer un proceso de formalización que debe atender las especificidades de ciertos sectores y las mayores restricciones que enfrentan las mujeres para insertarse en un puesto de trabajo de calidad.

Por otra parte, vuelven a cobrar importancia las políticas laborales que deben acompañar a las políticas productivas para robustecer la recuperación económica con generación de empleo. Un aspecto clave es la combinación de programas laborales proactivos focalizados en las mujeres, con estrategias de mayor transversalidad de la perspectiva de género en todo este conjunto de políticas.

En este sentido, la crisis ha puesto en evidencia que se requiere ampliar el abanico de oportunidades de empleo para las mujeres, especialmente en el contexto de transición digital y de intensificación de los procesos de mayor digitalización y automatización de la producción.

La región enfrenta un fuerte retraso tecnológico, conectividad limitada y desajustes entre las calificaciones requeridas y las habilidades de los trabajadores. Estos déficits deben ser resueltos para promover el crecimiento económico y la inserción de los países de la región en las cadenas globales de suministro.

Para aprovechar las oportunidades laborales para las mujeres en la transición digital debe garantizárseles acceso a las nuevas tecnologías como también a programas de formación adecuados.

El avance en la construcción de sistemas de cuidados de amplia cobertura resulta un pilar fundamental si queremos avanzar en materia de igualdad de género, no sólo porque facilita la conciliación entre las tareas de producción y de reproducción sino porque es una fuente de nuevos puestos de trabajo y de ingresos, especialmente para las mujeres.

Finalmente, hoy más que antes, la crisis está desafiando a la región a buscar fórmulas para revertir el impacto desigualador y a dar pasos significativos en las mejoras distributivas. Un aspecto central en este camino es la reducción de las brechas de género. Para ello es necesario tomar medidas que eliminen toda forma de discriminación por género, amplien el abanico de oportunidades de empleo decente y garanticen la participación efectiva de las mujeres en los procesos de diálogo social.