Emergencias Socioambientales, Cambio climático y la (in)capacidad de respuesta del Estado del Área Metropolitana


Por Gonzalo Basile, Presidente de Médicos del Mundo. Cooordinación en América Latina y el Caribe

Pasados los primeros días de la peor inundación desde hace un siglo en la República Argentina en cuanto a letalidad y afectación de infraestructura con cifras por lo menos de 59 muertes, más de 2500 evacuados y cientos de miles de hogares afectados de la Ciudad de Buenos Aires, la ciudad de La Plata y alrededores, todos distritos híper-poblados de la República Argentina; consideramos necesario entrar a una dinámica técnico-política (no oportunista) de análisis de situación. Surgen por lo menos 3 dimensiones a analizar y problematizar en este sentido: 1- Las Emergencias socioambientales y respuesta tanto inmediata como post-emergencia, 2- La capacidad del Estado y políticas públicas; y 3- El Cambio climático y la determinación socioambiental de la vida.

Como definición, este evento climático extremo no fue ni es una catástrofe natural ni un desastre ni una tragedia. De «natural» no tuvo ni tiene nada, la naturaleza esta exenta absolutamente de responsabilidades. Hace años que desde la medicina social latinoamericana trabajamos en la concepción de Emergencias sociambientales y la necesidad de Gestión Integral, considerando cómo la destrucción del ambiente como el Cambio Climático impactan negativamente en la vida y la salud de nuestras sociedades, incluyendo la generación cada vez más recurrente de emergencias. Las descripciones de «naturalizar» este tipo de emergencias expresa sólo relatos de la impotencia y limitaciones en cómo enfrentarlas en cuanto a su gestión integral de prevención, preparación y respuesta.

La primera dimensión es qué hacer en esta etapa de emergencia como en post-emergencia. De un análisis rápido pareciera ser sustancial impulsar en primer lugar, Equipos de respuesta rápida de Atención Primaria de la Salud y Atención Integral de la Infancia pueden realizar estrategias de cuidado centradas en la familia, la comunidad y los barrios afectados, los equipos de salud no pueden sólo «esperar» a responder a los daños de la emergencia en los Hospitales y Centros de salud pública. En segundo lugar, la Vigilancia Epidemiológica en abordaje integral del «Vuelta a Casa» con medidas integrales de protección (accidentes, desinfección y Kits de limpieza, tratamiento de residuos sólidos) y en los Centros de Evacuados con alerta temprana de problemas de salud-enfermedad, agua segura, saneamiento, alimentación. En tercer punto, la Prevención de Enfermedades prevalentes en inundaciones para evitar brotes epidémicos tanto inmediatas (IRAS como Influenza-Gripe, Bronquiolitis, neumonías, otras; en EDAS, diarreicas y Hepatitis), en enfermedades vectoriales como Dengue y Leptospirosis por presencia de vectores(ratas y mosquitos Aedes), como la Salud Mental con el trauma impactando en cuadros de depresiones y angustia por pérdidas humanas y materiales como Stress pos-trauma. Otra cuestión a considerar es la seguridad alimentaria y refuerzo nutricional en niños/as y adultos lo cual implica que las donaciones sólo basadas en harinas y carbohidratos no deberían ser aconsejables (Fideos, Arroz, Polenta, otras), sino como construir patrones alimentarios saludables. Por último, la preocupación es el saneamiento ambiental con tratamiento inmediato de residuos sólidos, tratamiento de excretas en las zonas inundadas, entre otras medidas de salud ambiental. Estamos pensando en por lo menos de 3 a 6 meses de intervención.

La segunda dimensión es la (in) capacidad del Estado de la Ciudad y Provincia de Buenos Aires. Una recurrente falacia que escuchamos por estas horas es la «ausencia del Estado». Es falso. Ausencia es que el Estado no estaba, pero en realidad la administración pública del Área Metropolitana se encontraba muy presente pero priorizando otras políticas como un Estado penal con más fuerzas seguridad y patrulleros, un Estado del marketing permanente con carreras deportivas y campañas de visibilidad-propaganda o un Estado promotor del rentismo-inmobiliario que colapsa la infraestructura sociosanitaria(Agua, Saneamiento, Suelo-Tierra), y deja la planificación del espacio público urbano al Mercado. Aquí sus resultados más crudos y desgarradores. Por allí se escucho decir que «nosotros somos los mejores» de América Latina. Falso. Hoy países y ciudades con muchos menos recursos en PBI per cápita que la Ciudad de Buenos Aires que tienen políticas públicas y estrategias integrales más efectivas. Aprender humildemente de casos como el de Cuba, o de experiencias aprendidas en Centroamérica y el Caribe que todos los años padecen etapas de lluvias, inundaciones, deslizamientos, huracanas-ciclones nunca viene mal.

Pareciera ser que la mayoría de las familias y personas afectadas en general no sólo que no contaban con planes de contingencias, sino que tuvieron una especie de «agujero negro» donde entre 10 a 12 horas estuvieron solos/as respondiendo cómo les parecía al temporal (se encerraban en los autos, se quedaron en la casa, no evacuaron y se ahogaron por ejemplo). Las edades y ubicación nos marcan algunas tendencias, por ejemplo mayores de 70 años y cercanos a la Autopista Buenos Aires-La Plata parece donde prevalece las mayores tasas de mortalidad, zonas que todos conocian como inundables. El Estado (Ciudad-Provincia) en el mejor de los casos se comenzó a movilizar «espontánea» e «improvisadamente» a las 12 a 24 horas después. Eso es mucho tiempo en una emergencia de este tipo. Incluso resulta complejo de explicar como en muchos casos los Estados locales (donde se supone conocen los barrios, zonas y son la primer respuesta por proximidad) llegaron después a la respuesta a la emergencia que el Estado nacional.

Aunque puedan estar redactados en lógica de «plan de normas»(un papel), esta claro que no existió una capacidad de planificación estratégica de Gestión Integral pública para Planes PMR efectivos de Prevención, Preparación y Respuesta ante Emergencias Socioambientales a nivel local ni provincial sabiendo que son problemas climáticos que ambos distritos pueden tener año a año. Tampoco funcionaron (y no sabemos si existen) sistemas de información de alerta temprana efectivos. Por ejemplo, un sistema meteo-climático y hidro-climático que nos permitiera notificar tempranamente cuando una lluvia intensa o un incremento del cauce de un río o arroyo puede afectar a determinadas poblaciones en zonas en riesgo. Es notorio que no existen ni funcionaron planes de contingencias ni barriales ni tampoco municipales y provincial. O sea, un plan que todos y todas conocemos, y sabemos qué hacer, cuáles son las rutas de contingencia y evacuación, dónde albergarnos, cuáles son refugios disponibles y seguros, qué hacer y qué no.

El sistema de salud pública tampoco estuvo a la altura de las necesidades y circunstancias. Sólo se encargó de «atender» con su sistema de emergencias médicas clásico en Hospitales, digamos que hizo «enfermología» (a decir de Edmundo Granda) de traslados pero no tiene ni tuvo capacidad de prevención, preparación ni de respuesta ante Emergencias socioambientales donde no se puede «esperar» a los enfermos-damnificados sino ir a los territorios, barrios y lugares a trabajar directamente con la población al instante ocurrido desde dimensiones preventivo-promocionales y de vigilancia de la salud como en atención rápida.

Preocupa la falta de rectoría del Estado en el área Metropolitana en la emergencia y post-emergencia, pensando Ciudad-Provincia como un mismo espacio territorial de ciudadanía unificando sistema de salud, sistemas de emergencias, de integración del transporte. Las importantes campañas, colectas y acciones colectivas solidarias desbordaron y traspasaron la respuesta fragmentada, desorganizada del Estado de Ciudad y Provincia. Preocupa que estas colectas masivas con buenas intenciones pero con riesgos de ser acciones por momentos demasiado caóticas y con lógicas de caridad-beneficencia, pueden ser contraproducentes, poco útiles y hasta peligrosas en términos de seguridad sanitaria. En estas instancias necesitamos un COE (Comité Operativo de Emergencias) como voz rectora de qué hacer, qué no, pautas de respuesta. Ni siquiera tenemos comunicados públicos-oficiales de recomendaciones e informes de situación diarios. O sea, lo de Ciudad y Provincia un desastre.

En la dimensión de políticas públicas, hay que humanizar las respuestas del cuidado de las familias y hogares considerando su dolor y situación actual, debería primar un diálogo con los vecinos/as con mecanismos de participación ciudadana para definir necesidades, problemas y prioridades locales. Respetando los rostros, las voces y saberes de cada barrio, zona y localidad afectada. También para comenzar a construir una cultura de resiliencia en las familias en esos mismos barrios para producir patrones de desarrollo protectores y saludables de las emergencias socioambientales. La militarización de los barrios bajo ningún concepto es una respuesta.

En definitiva y resumen, hay que poner fuertemente en debate y discusión el sistema de emergencias en el área metropolitana. Como trabajar en gestión integral en prevención, preparación y respuesta ante Emergencias socioambientales, en planes de contingencias y sistemas de información de alerta temprana. El impulso de una ley nacional de Gestión Integral de riesgos y PMR como parte de un sistema integral de emergencias podría ser útil para comenzar a instalar esto en la agenda política y pública de nuestra sociedad civil y de los Gobiernos locales.

En definitiva, la dimensión del Cambio Climático y determinación socioambiental de la vida es el último eje a analizar. Los recientes inundaciones y deslizamientos en Río de Janeiro(Brasil), las del estado de Vargas(Venezuela), las de Santa Fe en 2003 y otras provincias NOA-NEA(Argentina), en La Paz(2002) y Beni en 2009 (Bolivia), las sequías en el Gran Chaco con inseguridad alimentaria (Paraguay-Bolivia), las modificaciones de comportamientos de las pandemias de Dengue y Malaria en el Cono Sur, las etapas invernales con muertes por frío en Puno(Perú) y los eventos climáticos extremos en Centroamérica y el Caribe con huracanes, ciclones, inundaciones de impacto, nos hablan de las «consecuencias» del Cambio climático en la vida y salud de nuestros pueblos y sociedades latinoamericanas. Esto vino para quedarse, y por la cumbre de Río+20 lamentablemente parece que aún estamos lejos que la humanidad antropocéntrica y los Estados (sobre todo del Norte) estén a la altura de las respuestas necesarias. La destrucción intensiva y acelerada del ambiente y el ecosistema, la expoliación sobre la Naturaleza mediante, no necesitamos más evidencias científicas que claramente comienza a tener impacto en la vida y la salud.

El incremento de temperaturas (se estima de 2 a 5 grados), imaginemos lo que significan en cambios civilizatorios y climáticos. La suba del nivel del océano, deshielos mediante. El aumento exponencial de precipitaciones significan desbordes de ríos, inundaciones de barrios bajos, deslizamientos en urbanizaciones de montaña y cerros. La generación de eventos climáticos extremos (huracanes, ciclones, sequías). Todos ellos producen cambios de comportamientos epidemiológicos también extremos (ver frontera del Dengue, Malaria, otros). Asimismo, estas emergencias siempre afectan más a las poblaciones, grupos y personas en situaciones de precariedades de la vida, con NBI, con condiciones malsanas de sobrevivencia. Si algo «sorprendió» de esta inundación en la opinión y sensibilidad pública de Argentina, quizás fue que la afectación fue transversal a varias clases sociales, pero no podemos desconocer que siempre los que padecen año a año este tipo de emergencias son los más empobrecidos y excluidos de nuestros países.

Las urbanizaciones caóticas, inequitativas y malsanas presentes en nuestras grandes ciudades, significan pensar como esas situaciones socio-demográficas producen impactos ambientales con la generación masiva de desechos, la sobredemanda de infraestructura social y pública (agua, saneamiento, cloacas, otros), espacios públicos que impulsan patrones de consumo malsanos y de inseguridad alimentaria. Malas edificaciones sin control sanitario y de emergencias en las mismas (ejemplo de cocheras en subsuelos de zonas bajas, viviendas en zonas inundables, otras). Ciudades que producen selvas de cemento y llevan a la extinción a los espacios verdes saludables. Los modelos urbanísticos-rentísticos como el que prima sobre todo en la Ciudad aunque también en la Provincia de Buenos Aires, generan emprendimientos inmobiliarios privados para ganancia del capital pero sin previsiones-planificaciones de planeamiento urbano, inversiones en servicios públicos necesarios (agua, tratamiento de basura, otros). El Mercado como siempre asume que él no tiene responsabilidades sociales sino de negocios, y deja al Estado como único responsable. El Estado en Ciudad y Provincia de Buenos Aires esta «muy presente» como garante de este modelo de desarrollo rentista malsano y socioambiental insustentable.

Por último, también es importante incluir que en el territorio nacional se produjo una inmensa deforestación masiva por la frontera expansiva de la sojización, que implican destrucción de biodiversidad, expulsiones de poblaciones rurales a potenciar urbanizaciones malsanas e inequitativas en ciudades, nuevas morbi-mortalidades y además favorece uso intensivo del suelo-tierra y agrotóxicos con un impacto negativo sobre el ambiente y el calentamiento global del clima. La Provincia de Buenos Aires es centro y corazón de ese modelo.

En resumen, no se trata sólo de un debate sobre la infraestructura por decirlo simplificadamente (la obra pública tal o cual, las grandes edificaciones y desagües), sino de construcción de una nueva cultura ciudadana preventiva y sustentable. Tenemos que pensar-accionar cómo prepararnos y dar respuestas integrales ante las consecuencias (las emergencias socioambientales) de nuestra depredación humana, pero en algún momento tendremos que poner en el centro de nuestras preocupaciones civilizatorias las «causas de las causas». Para algunos el capitalismo. Para otros el neoliberalismo. La primacía del Mercado sobre la naturaleza y la Vida. Para todos y todas, la crucial urgencia de modelos de desarrollo sustentables y saludables para proteger la vida.