Gerascofobia y edadismo: el flagelo de la discriminación contra los adultos mayores


IDEP Salud entrevistó a Olivia Ruíz, Secretaria de Previsión Social de la CTA Autónoma quien advierte que:

“Lo que debería ser el jubileo hoy se ha transformado en una peregrinación por conseguir derechos”

En el mismo sentido, afirma que: Eso ha generado la resistencia de los adultos mayores, entonces hay movimientos antiviejistas, hay movimientos feministas que reivindican el derecho a ser viejo en todos los términos como un valor.

Olivia Ruíz, Secretaria de Previsión Social de la CTA Autónoma.

A continuación la entrevista completa:

-¿Cómo podés definir al edadismo o la discriminación hacia los adultos mayores y los diferentes modos que tiene esa discriminación?

-Olivia Ruíz: Es un problema cultural de las sociedades actuales donde la meritocracia y el éxito, la juventud está incluida dentro de eso, hacen que las personas a medida que vamos creciendo vamos perdiendo la oportunidad, tanto de representación, ya sea política, en las organizaciones, o el reconocimiento a la experiencia y a los saberes que la vida te ha dado o que has adquirido formalmente o académicamente. Todo ese combo cultural hace que cuanto más grande uno sea, más discriminado por su condición de adulto mayor. Esa es la primera cuestión. Y después, si empezamos a analizar a partir de los jubilados, de la edad jubilatoria, empezamos a ver distintas cuestiones: los no derechos. El no derecho a una jubilación digna, la asistencialidad como norma dentro de la salud, por ejemplo, para los adultos mayores no hay garantías de derechos para el acceso a la salud, desde la primaria hasta la más compleja. Y después, cada una de las situaciones donde se quiebra un derecho hay implícita una cuestión de edadismo.

-Es una crueldad absolutamente invisibilizada.

-O.R.: Es muy fuerte la situación que atraviesan, ni hablar cuando las personas entran en situación de dependencia física o emocional o psíquica, que empiezan a depender de otras personas. Y hasta los términos con lo que se califica a los adultos mayores: “el abuelito”, “el viejito”, el diminutivo para nombrarnos. Es un combo inversamente proporcional a lo que plantean, por ejemplo, los pueblos originarios, que los principales saberes son los de sus viejos. Hay ejemplos muy concretos: las mujeres que vamos adquiriendo canas somos mujeres grandes, “la señora”, somos nombradas de determinada manera. Los hombres son adultos con experiencia, hay hasta discriminación de género, adultos con experiencia, la sabiduría, se los reconoce más. Y después el acceso a decidir en todos los ámbitos, cuanto más grandes somos más discriminadas -excepto en raras excepciones con personas que han accedido a ser figuras públicas-, por lo común pasamos a ser cada día más discriminadas y corridas de la sociedad y de las decisiones de la sociedad en su conjunto. Es una cuestión profundamente cultural.

-Es una cuestión que además se traslada a otras generaciones cuando la gente dice “yo no me quiero jubilar”, o “no quiero ser un viejo”.

-O.R.: Tal cual, la vejez, el temor a la vejez. Para empezar la juventud es el ícono del éxito y la vejez, las arrugas, las limitaciones, algunas limitaciones físicas y demás. Todo eso hace que tengas menos oportunidades de incidir en el ámbito donde desarrollás tus actividades. Lo de no querer jubilarse tiene específicamente que ver con lo que vamos a cobrar después de haber trabajado, la jubilación hoy en lugar de ser el derecho a una jubilación digna, es un subsidio, prácticamente un subsidio a la vejez. Más del 80% de los jubilados de la Argentina cobra una mínima de alrededor de $37.000, cuando la canasta está aproximadamente en los $100.000. Los jubilados nacionales, o sea los de ANSES, no acceden a paritarias. Hay dos leyes que contienen sus jubilaciones, tanto la 24.241, que es la ley de jubilaciones de la ANSES, y luego la ley de moratoria que cada tres meses asigna un incremento que fija la ley, pero que no tiene relación alguna con los trabajadores en actividad. También la cuestión de si sos o no sos parte de la clase trabajadora, esa es otra de las condiciones de discriminación. Y así podríamos citar el derecho a la autonomía: se plantea que después de jubilarte, a medida que van pasando los años y tenés limitaciones físicas, tu derecho a decidir qué hacés, con quién vivís y hasta cómo morís, es vulnerado; y la decisión pasa a ser de tus familiares o de las personas más cercanas, en general, cuando debería ser al revés, salvo condiciones físicas que limiten a la propia persona a decidir. La verdad que todo eso hace un combo que es nefasto para los adultos mayores.

-¿Se producen instancias de organización entre los adultos mayores para reivindicar sus derechos?

-O.R.: Hay una incipiente movilización de los propios adultos mayores reclamando todos estos derechos. También hay diversas iniciativas que van mostrando que, primero, la extensión de la vida hace que el período de la adultez, de los adultos mayores o de la tercera edad, como queramos llamarlo, es en general el periodo más largo de la vida para cualquier persona. Es más largo que el de la niñez, más largo que el de la adolescencia, e incluso hoy, que el del período laboral. Eso que debería ser el jubileo hoy se ha transformado en una peregrinación por conseguir derechos. Eso ha generado la resistencia de los adultos mayores, entonces hay movimientos antiviejistas, hay movimientos feministas que reivindican el derecho a ser viejo en todos los términos como un valor.

También se observa una reivindicación de la sexualidad.

O.R.: También la reivindicación de la sexualidad, sin embargo, tanto la Organización Mundial de la Salud, que creo que a principios de este año consideró que en determinadas circunstancias la vejez podría ser una enfermedad y lo definió así textualmente, como Lagarde y el Fondo Monetario Internacional diciendo que somos muchos, vivimos demasiado y que algo hay que hacer con nosotros, con los más viejos.

-Esa mirada economicista que llama “problema” a la vejez y da la sensación que quisiera que no estén más los viejos, ¿no?

O.R.: De hecho los mayores sufrientes y muertos durante la pandemia fueron los adultos mayores, pero no por su condición etaria sino por su condición de salud, por la asistencia, por las posibilidades de acceder a los resguardos que podría haberle dado tanto el estado como los sectores privados. La dificultad en estos tiempos tecnológicos de acceder a las nuevas tecnologías y que, sin consideración, sean aplicadas cuestiones como trámites digitales y demás, desde el acceso a un cajero. Ahora eso ya se está revirtiendo, pero hace no tantos años, ir al cajero, sacar el recibo de sueldo y sacar dinero era todo un rollo para los jubilados. Hoy hemos aprendido, nos hemos relacionado por Zoom y demás, pero fue por fuerza de voluntad, no por una definición política de cobertura de derechos.

Esto también es una demostración de la capacidad para aprender que muestran los adultos mayores.

O.R.: También la capacidad de adaptarse. Otra cuestión es el pronunciamiento de la no vejez, ¿cuál es la vejez? ¿Dónde empieza la vejez? ¿Por qué la vejez es una condena? Si es un cúmulo de experiencias, un cúmulo de vida, es la persona construida durante todos sus años de vida y las posibilidades de aportar a la sociedad toda esa experiencia. Sin embargo, hay discriminación, mucha discriminación de género que tiene que ver con que los varones son sabios cuando son grandes en general pero las mujeres no acceden o siempre acceden menos, salvo que sean muy destacadas personas y entonces se les reconoce, pero siempre tiene un sesgo de detrimento en sus saberes y demás. La historia demuestra que tanto hombres como mujeres han sido brillantes a lo largo de su vida y han aportado muchísimo a la sociedad en el momento que les tocó vivir. Considero que el edadismo nos cruza a toda la sociedad, nuestras malas jubilaciones, la falta de asistencia en salud, se tiene que contrarrestar con la construcción de otro paradigma donde seamos considerados y respetados. También tenemos un problema gravísimo y es que, culturalmente, los trabajadores activos, en edad de trabajar, en general no se hacen cargo de los reclamos de los actuales jubilados, pero es un lugar al que ellos van a llegar en el futuro.

-¿Cómo pensás que se puede empezar a revertir esta situación?

-O.R.: Hay que generar un movimiento antiviejista urgente, que empiece a mostrarle a la sociedad que hay que cambiar el paradigma de que los viejos no sirven para nada, que son solamente personas asistidas que no producen, que no aportan en términos de producción a la sociedad porque ya lo hicieron. Y además en términos intelectuales o de experiencia pueden aportar muchísimo y, en algunos casos, hasta en términos laborales. Pero todo eso, creo que el principio de la solución sería intentar que un movimiento paralelo y relacionado con el movimiento feminista empezara a instalarse en nuestro país, incluso en América Latina por lo menos, que empiece a discutir estos temas y a ponerlos en el debate público para que no digan por nosotros, sino que podamos decir todos nosotres.

¿En qué aspectos pueden aportar las organizaciones de trabajadores para desmontar esta cultura de pérdida de derechos para los adultos mayores?  

-O.R.: Yo soy la Secretaria de Previsión de la CTA Autónoma nacional y miembro del Centro Nacional de Jubilados de ATE. Creo que la organización de los jubilados es fundamental, la organización a través de sus centros de jubilados y agrupaciones para exigir derechos. También es imprescindible instalar en la sociedad y sobre todo en la clase trabajadora, el tema previsional y de la seguridad social en su conjunto. Porque si no, lo que está en juego es el futuro de las garantías de los trabajadores y ya no hablo de los jubilados sino de los trabajadores en general. Hay una compañera que dice que nosotros empezamos a jubilarnos el día que empezamos a trabajar. Esa enunciación remite a que si no empezamos desde el primer día de nuestro trabajo a pensar en los aportes previsionales y la jubilación, aceptamos el trabajo precario, aceptamos que nos paguen las bonificaciones en negro, como se llama vulgarmente, si aceptamos un montón de condicionamientos que hacen al período del sistema previsional, eso ayuda a que nosotros estemos condenados hoy a un subsidio a la vejez.

-¿Nos podés brindar algunas referencias del incipiente movimiento de personas que luchan por una nueva mirada sobre la vejez?

-O.R.: Hay un pequeño librito de Anna Freixas, una periodista y escritora española que se llama Yo vieja, que es muy interesante. También hay una exposición sobre vejeces de una fotógrafa argentina, es una artista plástica en realidad, Ana Gallardo, que hoy reside en México y que se dedica a revalorizar. Eso es parte del movimiento, hay otras cuestiones, como proyectos de viviendas comunitarias cuando nos quedamos solos para no tener que ser dependientes y asistidos por nuestros familiares.

-O para no ser internados en geriátricos

-O.R.: No ser internados en geriátricos se llama cohousing y plantea una especie de salón comunitario donde uno convive mientras tiene ganas, y un espacio privado donde uno descansa, duerme, se asea y se retira cuando tiene ganas de estar solo. El conjunto de esa comunidad tiene asistencia médica, todas las necesidades cubiertas para la edad que tiene y que debería estar, supongamos, en un geriátrico, por ejemplo. Pero es muy interesante todo eso y es, aunque incipiente, se está acelerando el proceso de debate.

Entrevista: Rubén Fernández Lisso