Miryam Gorban: “No hay comida para pobres, la comida es una sola”


Miryam Gorban, la primera nutricionista en recibir el doctorado Honoris Causa de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, explica las estrategias que plantea la soberanía alimentaria para terminar con el hambre: productos sanos, soberanos, acceso a la tierra y un Estado presente para detectar y comunicar los fraudes alimentarios de los productos ultraprocesados.

“El doctorado no es para mí sino para el trabajo de las cátedras de Soberanía Alimentaria”, dice Miryam Gorban al recibir el doctorado Honoris Causa de la Facultad de Medicina. Nunca, dice el rector, la sala estuvo tan llena por este reconocimiento. Este fin de año Miryam no descansa un segundo. Dos días más tarde la volvemos a ver en la Facultad, esta vez en el aula magna, donde no hay un asiento libre y los palcos desbordan de banderas y gente. Ella es la elegida por todas las organizaciones campesinas, populares y agrarias del Foro por un Programa Agrario, Soberano y Popular para presentar sus propuestas a ministros y funcionarios de la nueva gestión. Ahí está ella sola, a sus 88 años, ante la multitud, exigiéndole al Estado las políticas públicas que terminen con el hambre.

Pero ahora estamos en el Ministerio de Agricultura y por fin accedemos a lo que hacía tanto tiempo queríamos: una entrevista presencial con Miryam Gorban, la jubilada que en la cumbre de alimentación de Roma en 1996 descubrió el paradigma de la soberanía alimentaria y desde entonces le dedicó todo su tiempo y energía y hoy es reconocida como la impulsora de 50 cátedras libres de soberanía alimentaria en universidades públicas de todo el país.

Miryam nos ha invitado a la asunción del formoseño Luis Basterra. Y si bien, antes de la ceremonia, se da un fuerte abrazo con el flamante ministro de Agricultura, no nos puede engañar: vino por el choripán. Es una choriplanera. Ese es su secreto para mantenerse tan joven y activa a su edad: “Mi fórmula es juntarme con los jóvenes, choripán y militancia. Eso me mantiene fenómeno. Me gasto el colesterol que consumo”.

¿Existe acaso comida más soberana que el choripán? De eso se trata también la soberanía alimentaria: del derecho de los pueblos a acceder a alimentos económicos y culturalmente apropiados a sus circunstancias, territorios y costumbres. Algo que no ocurre en Argentina. ¿Cómo podríamos tener soberanía alimentaria en un país donde no alcanzan las frutas y las verduras para la población? ¿Cómo podríamos, si los alimentos están caros? ¿Cómo podríamos si nuestro territorio está lleno de alimentos que se desperdician?¿Cómo podríamos si el Estado no utiliza la comunicación para dar pautas de alimentación para evitar las enfermedades y el hambre?

—¿Qué debe comunicar el Estado? Alberto Fernández dijo que las pautas en su Gobierno deben estar dedicadas a temas de educación.
—Las pautas del Estado en los medios son para decir que hicieron obras y la verdad es que hay mucho por comunicar: necesitamos que salgan propagandas que alienten la lactancia materna porque las estadísticas dicen que apenas el 40% de los niños la recibe. Otra campaña podría ser “Vuelva a la cocina”, aunque sea para hacer un huevo frito. La primera campaña debiera ser “Tome agua de la canilla” porque el plástico te está contaminando toda el agua. En Rosario tenemos la Ley de la Jarra, que les obliga a los restaurantes servir agua gratis en la mesa. Es un derecho. En Europa te la ponen en la mesa, acá en Argentina te la facturan.Tiene que haber una campaña agresiva al derecho al agua potable, sin arsénico. Desaparecieron los bebederos de las escuelas y las plazas. En el 60% de las escuelas no hay para tomar agua, entonces los chicos van al kiosco y compran gaseosas. Hoy no hay campañas de salud relacionadas con los alimentos. Habría que hacer también un spot que diga “Coma verduras de estación”: coma tomates en marzo, coma naranjas en invierno. Acá queremos tomate todo el año y eso no es posible, y terminamos importando tomate. Y es cualquier cosa menos tomate.

“Dicen que Argentina produce alimentos para 400 millones de personas pero están hablando de alimentos que sirven para llenar los estómagos de los animales y de los automóviles, no llenan las panzas de las personas”

—Y con el Estado ausente en la alimentación, quienes ganan son las marcas y las empresas que producen ultraprocesados e invierten en publicidad.
—La publicidad comercial es agresiva. Vas a un kiosco en Jujuy, preguntás qué es lo que más venden y te contestan: “Danonino para crecer”. Los kollas tienen retraso de la talla por desnutrición crónica, y como la televisión les dice que con Danonino los chicos crecen sanos y fuertes, lo compran. No te dicen en la tele que te tomés dos vasos de leche. El Estado debe explicar que, por ejemplo, la supersopa, la sopa Quick ultraprocesada que dice que te da las 5 verduras diarias que necesita tu cuerpo por día, no tiene verduras sino extractos. La supersopa puede ser un alimento valioso ante una inundación pero no podés llevarla a la escuela como el alimento de todos los días. Eso por ejemplo ocasiona un sedentarismo masticatorio: los nenes comen sopita, puré, todo procesado, todo blando. Y ese sedentarismo hace que le falte oxigenación al cerebro. Cuando yo me recibí de dietista, hace casi 70 años, el profesor Pedro Escudero decía: “Hay que darle a los niños el churrasco en trozo para que aprendan a desgarrar, a masticar. Nada de jugo de carne”. Y ahora damos todo sin masticar. A los pobres todos los días sopa. ¿Si la soja y la sopa son tan buenas por qué no la comen los ricos? La comida tiene que ser la mejor para todos. No hay comida para pobres.

—¿Y las tierras?¿Para lograr dignidad, empleo y precios justos no son necesarias tierras destinadas a la producción de alimentos?
—Digamos las cosas como son: acceso a la tierra. Porque Grabois dijo Reforma Agraria y se creyeron que ya venían los anarquistas con la bandera, y encima usó la palabra expropiación, cuando en la Cámara de Diputados está presentada una ley de acceso a la tierra pagándola con créditos blandos y producción. De eso tenemos que hablar. ¿Cómo va a haber alimentos baratos si la tierra es cara y el transporte es caro? Al final todo termina en que el productor gana cada vez menos y el consumidor paga cada vez más. Y eso se debe a toda la cadena intermedia. Se impone ya el cambio de modelo productivo: tenemos que levantar la bandera de que podemos producir alimentos sanos, seguros y soberanos. Con los arándanos es interesante lo que hizo Tucumán: realizaron un estudio de mercado que demostró que si el alimento llega fresco a Europa tiene un 45% más de valor agregado, entonces hicieron una planta frigorífica al lado del aeropuerto y alquilaron aviones de carga para que se exporten sin escala. Mientras más rápido, más fresco llega el alimento. El transporte es una de las grandes dificultades en el país para la soberanía alimentaria. Los liberales se llevaron los barcos y los trenes, y ahora todos los alimentos se transportan por camiones y la mitad llegan deteriorados al punto de destino, con lo cual encarecen el precio y tenemos dependencia de la energía fósil, que es más cara porque está dolarizada y además es contaminante. Esto encarece los alimentos, tenemos que resolver el problema del tren.

—Cuándo se les explica a las personas la posibilidad de que el alimento se produzca a través de la agroecología y en los cordones urbanos, cerca de los lugares de consumo, muchas veces replican que eso se podía hacer hace 100 años y que hoy la Argentina produce alimentos para 400 millones de personas. ¿Qué les contestarías?
—Esa es una mentira. Es un mito lo de los 400 millones. No tenemos disponibilidad de frutas y verduras para cumplir con los requerimientos nutricionales ni siquiera de nuestro mercado interno. Eso que se produce no es combustible para nuestros cuerpos, es diesel y comida para animales. Las últimas décadas tenemos una disputa entre nuestro estómago, el de los animales y el de los automóviles. No somos 400 millones de personas entonces.

Alimentos falsos

¿Cuántos de los productos que consumimos por día dicen ser un alimento que no son? “No es un tema de marca cuchuflito o pindonga, es un engaña pichanga”, dice Miryam y empieza a enumerar:
—Lo del queso rallado es escandaloso, dice saborizador producido con sémola de trigo más extracto de queso reggianito. Y te hacen creer que es sano porque está fortificado con vitamina D. Me hacen creer que estoy comiendo queso y no lo es. Eso no es responsabilidad social
—El yogur no es lo que dice, es aditivo, saborizante y azúcar. En Chile por la ley de etiquetados está prohibido el huevo Kinder. Acá harían un escándalo como si el huevo Kínder fuese vital para alguien.
—Yo voy con mi bisnieto y me dice ‘llévame a McDonalds’. Yo le digo que no porque sus padres no quieren que vaya, y él dice que ahora la cajita feliz es saludable: le pusieron hojita de lechuga, cinco semillas de sésamo y le sacaron el postre y le pusieron una manzana. ¿Te das cuenta?
—Lo de la miel es terrible también: la etiqueta nos dice ‘miel pura de abeja’ y tiene 70 por ciento de jarabe de maíz de alta fructuosa. Eso es fraude alimentario.
—La Coca-Cola ahora dicen que no tiene azúcar pero está suplantado con un edulcorante que es tan dañino como el azúcar. Por eso el Estado tiene que regular la publicidad. Cuando querés poner un impuesto a las bebidas azucaradas te sale Tucumán con que vas a destrozar la industria. Pero no es así: vamos a seguir usando azúcar, solo queremos evitar que una bebida que toman los chicos tenga 15 cucharadas de azúcar.

 Alimentos verdaderos y desperdiciados

Así como hay alimentos que no alimentan y son la base de la comida que ingiere el pueblo argentino, hay otros alimentos desvalorizados que, según Miryam podrían alimentarnos pero ante la falta de políticas de Estado se desperdician:
—Los chiquitos de Misiones tienen frutales en sus casas pero no los comen. Le pregunté a un chico qué es el pomelo y me contestó que sirve para hacer la gaseosa.
—Para nosotros la fruta es la manzana, la naranja y la banana. Capaz aparece la pera. Y en verano algún durazno o la ciruela. El mango, el mamón y la palta se les cae en la cabeza a nuestros habitantes. Lo de la palta es insólito: los correntinos y los salteños las tiran porque les sobran y en Buenos Aires las importamos desde Chile y las pagamos una fortuna.
—No hay pescado en los comedores de Mar del Plata y viven en zona pesquera. No sabemos aprovechar nuestros recursos.
—Hace 30 años conocí a una dirigente wichí y me dijo algo que no se me olvidó nunca: “Nosotros vivimos de lo que cazamos, vivimos del monte. Pero vino la escuela y el comedor escolar: nos trajeron los fideos y ahora hay que comprar la comida”.

—¿Entonces cómo darse cuenta qué alimentos consumir?
—Nada de caja, ni etiquetado. Lo más fresco y natural posible. Ir a la verdulería, ir a la carnicería, no queda otra. Alimentos naturales. Lo que pasa es que exigen elaborar. Una cosa es la prepizza y otra cosa elaborarla vos. Si tiene que permanecer en la góndola mucho tiempo va tener muchos conservantes y mucha sal. Tenemos una sobreoferta de alimentos ultraprocesados y no de elementos naturales.
Una nena de jardín me dijo: ‘Seño, vi gallinas vestidas’. Yo me maté de risa, me la quería morfar pero es terrible. Esa nena no sabe que las gallinas tienen plumas. Eso es producto del alejamiento del centro de producción del centro de consumo. Necesitamos políticas comunicaciones agresivas. Porque dicen que fracasó el sistema de la separación de residuos, pero cómo no va a fracasar si no hubo ninguna campaña que te enseñara. Vos abrís la conciencia de la gente con campañas comunicacionales. Si no las nenas van a seguir diciendo que en el campo hay gallinas vestidas.

No hay comida para pobres

—¿Desde la Soberanía Alimentaria, cuál es la propuesta que hacen para terminar con el hambre?
—Proponemos descentralizar la producción. Tendríamos que tener un tambo por región. Que la producción se resuelva en el lugar donde se consume. Hay un proyecto de Escudo Verde que contempla una huerta, un tambo, un matadero, todo en el lugar donde será consumido, sin trasladarse. Ahí es donde debemos invertir. No hacemos leyes que beneficien a la sociedad por miedo a que Coca Cola cierre una planta y nos gastamos el dinero del Estado para subsidiar los medicamentos. Yo quiero que haya menos medicamentos, quiero que haya más personas sanas. Para eso tengo que usar la plata del Estado para promocionar la salud, no para promocionar la enfermedad.

“Para terminar con el hambre, tenemos que consolidar un cambio en el sistema alimentario. La sociedad tiene que saber que comer arroz y fideos no es alimentarse”

—¿Pensás que la irrupción de la Unión de Trabajadores de la Tierra en la calle fue importante para generar esa conciencia sobre cómo nos alimentamos?

—Sin dudas. El valor de los verdurazos, los yerbazos, los frutazos es mucho. Sirvieron para visibilizar de que había otro campo, el que produce los alimentos que vienen a la mesa todos los días es otro. Y ese actor social tiene un perfil diferente al que nosotros imaginamos: predominio de jóvenes y de mujeres. La economía social es un golpe a la concentración monopólica.

—¿Cómo ves a esta nueva generación de militantes contra la crisis climática?
—Es un nuevo actor que aparece en escena, un actor inesperado. Y este actor da la alerta, nos dice: dejen de bla bla bla y accionen. Esa es otra maravilla que está sucediendo. Nosotros tenemos chicos son increíbles, escucharlos es un placer. Es la juventud que está garantizando su futuro.

—¿Las medidas de la Emergencia Económica de dar tarjetas alimentarias para las compras, de acordar precios y entregar bolsones se corresponden con la soberanía alimentaria?
—La emergencia es emergencia, lo resolveremos los primeros meses con la tarjeta pero tenemos que consolidar un cambio en el sistema alimentario. Hoy en los bolsones de Desarrollo Social no hay alimento fresco. El rol del Estado es fundamental para eso. Ya lo dijimos: cuidado que la plata del Estado no vaya para que Molinos Río de La Plata siga juntando guita. Cuidado con esto.
En los bolsones viene harina, azúcar y aceite. Las mujeres de los barrios te dicen: “¿Qué quiere que cocinemos Miryam si el bolsón te trae harina y aceite? Terminamos en tortas fritas”.

Tenemos un aumento escandaloso de la obesidad, el sobrepeso y la diabetes. Por eso hay que ir a los alimentos frescos, los cuales tienen que ser accesibles en cuanto al precio. Y hay que volver a la cocina. Hace poco hice un taller con las chicas de comedores comunitarios. Hicimos dos tipos de flan: el Royal y el casero; y contamos el tiempo llevado, el valor económico y el valor nutricional. Porque todo hay que considerar a la hora de hablar de alimentación. Hoy tenemos electricidad, gas, electrodomésticos que nos alivian la tarea. Por favor, volvamos a la cocina. Podemos hacer todo más simple.

—¿Te genera expectativas este nuevo gobierno?
—Me gusta porque está poniendo el centro en la economía social. Es la primera vez que en un discurso de asunción se habla de agricultura familiar y de economía social. Eso es producto de nuestras luchas. Esto de recuperar el maíz morado, de transformar el molino de piedra,  lo hicieron nuestros técnicos. El gabinete de nuevo gobierno es de la Universidad, acá no hay ni un Ceo, todos son profesores universitarios, profesionales con trayectoria, y eso tiene un valor porque no va a haber conflicto de intereses. Eso importa porque no puedo asesorar a Coca Cola y pertenecer al Ministerio de Agricultura, no puedo estar en los dos lados del mostrador como hizo Aranguren.

—¿Creés que se generaron algunas cambios positivos?
—El 2001 nos agarró con la guardia baja y las estrategias de sobrevivencia eran hacer tortilla de grasa en las rutas. Después empezamos a juntarnos y a ver cómo hacíamos la mermelada y después cómo hacemos el pan y las conservas. Ahí fuimos aprendiendo y esta es la economía popular que fuimos desarrollando a lo largo de estos 20 años. Esto es nuevo, en 2001 no lo teníamos. Es un actor social nuevo que surge de aquella crisis.

Publicado en Revista Cítrica

Texto: Mariana Aquino y Pablo Bruetman
Fotos: Vicky Cuomo