A 45 años del golpe cívico militar en Argentina compartimos textos de Martín Castilla, Valeria Cotaimich y Elard Barrionuevo. Castilla es trabajador de la salud, sobreviviente del Centro Clandestino de Detención “La Cacha”; Cotaimich, es Licenciada y Profesora en Psicología, Docente Investigadora Universidad Nacional de Córdoba; Barrionuevo, trabajador de salud exiliado durante la dictadura.
De la misma forma que, con Floreal Ferrara, sabemos que la Salud es conflicto pero que, a su vez, la capacidad de afrontar el conflicto es Salud, podríamos pensar que la memoria es salud y que para alcanzar y sostener la salud, es necesaria la memoria.
En nuestro país, el “Campo” de la Salud fue (y es) un espacio en disputa y todos las experiencias antipopulares, salvajes y asesinas, apuraron sus acciones con el fin de arrebatarle a Pueblo sus derechos.
La fusiladora de 1955 convocó a expertos de la OPS con el fin de desarmar lo que Carrillo había construido desde 1946, transferir la responsabilidad de la atención a las provincias y los recursos económicos al subsector privado. Disolvió el Ministerio de Salud y lo integró al de Asistencia Social. Más tarde, Onganía consolidó esa tarea de transferencias de recursos económicos al subsector privado mediante la ley 18.610 y volvió a degradar al Ministerio de Salud subsumiéndolo en el de Bienestar Social.
Desde el 76, la dictadura más sangrienta y asesina de nuestra historia, tomó como principal objetivo desarmar cualquier intento de construcción de un Sistema Integrado mediante la derogación de leyes centrales a la posibilidad de avanzar por un camino hacia garantizar derechos tanto para la sociedad en su conjunto, el Pueblo, como a las trabajadoras y trabajadores de salud (ley 20.478 SNIS y ley 20.479 Carrera Sanitaria Nacional).
La profunda transformación cultural transcurrida durante la dictadura cívico-militar sostenida por el terrorismo de Estado, la persecución, desaparición, tortura y muerte, el robo de identidad de niños, la propaganda instalada desde los medios cómplices, se complementó con una seducción de sectores medios mediante la saturación de mercancías importadas de baja calidad y precio con una economía subsidiada por las medidas económicas de endeudamiento, la política financiera, la exclusión de gran parte de la sociedad de los mercados laboral y de bienes y servicios; y, finalmente, la degradación del aparato de gobierno del Estado y la descalificación de toda acción y tarea de las trabajadoras y trabajadores estatales.
Estas estrategias de seducción y descalificación de lo estatal, ahora sin terrorismo de estado pero con otros mecanismos de disciplinamiento, se repitieron durante los ‘90 y transformaron la sociedad a un punto extremo.
Es aquí donde retomamos la idea de relacionar a la MEMORIA con la SALUD. Memoria que reivindica a las y los que lucharon contra un poder enorme en relación a sus propias fuerzas, conscientes de ello pero convencidos, también, de la justicia de sus propósitos y de su lucha.
Víctimas. Todas esas políticas necesitaron víctimas, desde el propio Ramón Carrillo hasta cada una de las compañeras y los compañeros que sufrieron la maquinaria del terror instalada en el Estado. Pero este momento de memoria debe hacer hincapié no sólo en ellas y ellos, sino también en todas las víctimas cotidianas que la injusticia de un modelo de exclusión produce cada día. La dictadura continúa mientras haya una víctima de cada una de las condiciones que perduran desde ese momento hasta nuestros días.
Y el 24 de marzo debe ser un mojón en el camino de la lucha por una Patria más libre, justa y soberana.
Martín Castilla, trabajador de la salud,
sobreviviente del Centro Clandestino de Detención “La Cacha”
MEMORIA, SALUD COLECTIVA Y TRANSFORMACIONES IMPRESCINDIBLES
En tiempo de abusos sistemáticos precisamos potenciar todas las formas posibles de resistencia y re-existencia colectiva. Por ello cuidar nuestra memoria constituye una parte fundamental para velar por nuestra salud mental e integral. Memoria política, afectiva, vincular, situacional, memoria en el cuerpo y en los huesos, memoria-simiente de otras formas posibles de habitar y construir la realidad, abonada por miles de personas desaparecidas, torturadas y asesinadas, que hoy seguimos recordando y miramos en sus recuerdos y a través de miles de flores rojas, rojo sangre, devenidas del dolor pero también de la pasión. Flores que brotaron del horror y que hoy son base de para poder seguir creyendo en que otros mundos son posibles y, aunque cada vez más invisibilizados, están siendo. Memoria que también combate las poderosas narrativas distópicas globalizadas, desde estas tierra, en el sur de los sures, donde se abonaron los sueños hechos realidad de Ramón Carillo y tantas otras personas que anduvieron caminos afines, y hoy lo están re-encendiendo. Memoria de quienes lucharon con cabeza cuerpo y corazón como lo hacen hoy las pibas de la legalización, las mujeres por el Ni una menos, los colectivos ambientales, como miles de trabajadores y trabajadoras que históricamente vienen sosteniendo el sistema de salud y se volvieron pilares para los tiempos que corren más que nunca. Trabajadores y trabajadoras, entre quienes aún conviven cientos de sobrevivientes del horror, también haciendo vibrar este presente con ansias de transformarlo, más que como utopía, como necesidad vital para nuestra salud colectiva y la salud del resto de los seres vivos que habitan estas tierras
Valeria Cotaimich: Lic. y Prof. en Psicología. Docente investigadora UNC. Coordinadora de áreas transdisciplinares en Fac. Cs. Médicas y Fac. Psicología de la UNC.
UN TATUAJE EN EL CORAZÓN
Los relojes dejaron de marcar las horas… el día 24 de marzo pidió disculpas graficas al calendario
Los pájaros amanecieron en silencio, encadenados
Bajo una niebla acida, los ojos perdieron luz detrás de la capucha
Los gritos quedaron pegados en las paredes rajadas
Nos arrebataron los encuentros, los sueños, la alegría
La noche se convirtió en sombra eterna
Las botas dejaron impresas sus huellas asesinas
Al sol lo chuparon en la esquina
“¡Avisa a los compañeros!” alguien grito
Mientras los patrones brindaban, los mayordomos de verde se persignaban
Se cerraron las puertas, se corrían las cortinas
Las noches tenían mas horas que los días
“¡Se lo llevaron!” Grito otro compañero… “¿dónde están hermanos?”
Nos arrastraron, nos patearon, nos torturaron, nos arrojaron al mar dormidos
Nos fusilaron, nos incineraron, nos robaron nuestros hijos…
Una madre fue a parir y dudó
Un padre espero a sus hijos en la puerta de su casa y dudó
Una abuela fue a una plaza con una foto y dudó
Un pueblo miro por detrás de la mirilla y dudó
Un compañero fue a cruzar una frontera y dudó
No podemos, no debemos, no aceptemos regalarles la memoria
El presente es de lucha,
¡¡¡Levantemos nuestras banderas hasta la victoria final!!!
Elard Barrionuevo. Trabajador de salud. Exiliado durante la dictadura