En las últimas semanas hubo dos muertes por desnutrición en Salta: la de Marcos Solís, un niño wichi de casi dos años en Morillos, y la de Alan Villena, de 9 meses, en Colonia Santa Rosa. A estas dos penosas muertes se suman las ocurridas entre agosto y septiembre del año pasado en Pichanal, una ciudad del noreste de la provincia; la de Sabina Gisela Jurado, una beba de 11 meses que al momento de su muerte pesaba 5 kilos y medía 63 centímetros; y la de Martín Delgado, un bebé de 8 meses que al morir pesaba poco más de siete kilos y tenía una talla de 67 centímetros.
De vez en cuando estas noticias trascienden mediáticamente y comienzan a visibilizarse otros casos de igual magnitud que hasta entonces parecían no existir, pero resulta que es esta una situación persistente para las provincias del norte argentino. Así lo manifestó María Lapasset, cardióloga infantil jubilada del Hospital de Niños del Hospital de Salta e integrante de la CTA, quien se refirió a la problemática de la desnutrición: “En el año 2011 también hubo denuncias de niños muertos por desnutrición, lo que no quiere decir que de ése año hasta ahora no habido, sino que sigue habiendo y sigue habiendo chicos desnutridos a los que las políticas públicas no llegan”.
Según el INDEC, los datos que arroja el último Censo Nacional de Hogares, Población y Viviendas de 2010, es que en el país viven 12.333.747 niños y adolescentes entre 0 y 17 años, de los cuales 10,3 % viven bajo la línea de pobreza en aglomerados urbanos, una estadística que se vuelve impenetrable para los agentes sanitarios en la profundidad del norte del país. Ése mismo año, en 2012, la Fundación CONIN -Cooperadora de la Nutrición Infantil-, de Mendoza, inscripta en el Registro Único de Organizaciones Administradoras del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, dio a conocer su cifras sobre la desnutrición infantil a nivel nacional: en el país mueren 20 chicos de cada mil. Unos 260 mil chicos menores de cinco años sufren algún grado de desnutrición y 2 millones de personas no acceden a una alimentación diaria. No es casual ni aleatorio que, enfermedades prácticamente erradicadas del país como el Mal de Chagas, el Cólera o la fiebre Chikungunya; encuentren nido en los ranchos –urbanos o rurales- que forman parte de ése 21 por ciento de habitantes que no tiene acceso al agua.
En 2011, Julián Nassif, médico pediatra del Hospital de Niños de Tucumán, y secretario adjunto del S.I.T.A.S. (Sindicato de Trabajadores Autoconvocados de la Salud), denunció que el diagnóstico de desnutrición había sido prohibido en su provincia por medio de una resolución del Sistema Provincial de Salud emitida en septiembre de 2010, que reemplazaba el término “desnutrición” por el de “bajo peso”. “Según las estadísticas – decía- desde el 2009 la provincia de Tucumán no tiene niños desnutridos. Sin embargo, la realidad no es que los desnutridos han dejado de existir. Han dejado de ser contabilizados”. María Lapasset, trabajadora de la salud de Salta, coincide con esta denuncia: las nomenclaturas en el registro oficial son las de “bajo peso”, “distrofia”, “deshidratación” y afirma que “en las causas de muerte no figura desnutrición, porque la causa última suele ser una diarrea, una neumonía, una infección, que es la que lleva a la muerte. Pero la desnutrición debería figurar como causa porque es la situación de base que lleva a que ese niño muera”, explica Lapasset.
A partir de la resolución, los médicos del sistema público de salud quedaron obligados a ignorar para el diagnóstico el factor edad de los niños, teniendo en cuenta únicamente la relación entre su estatura y su peso. La nueva forma de controlar a los niños es mediante lo que se conoce como índice de Masa Corporal que determina si el peso es adecuado a la estatura, pero no a la edad, cuando la formación del sistema nervioso central está determinada en los primeros 2 años de vida. Si durante este lapso el niño no recibe la alimentación y estimulación necesarias, se detendrá el crecimiento cerebral y el mismo no se desarrollará adecuadamente, afectando su coeficiente intelectual y capacidad de aprendizaje. “Los casos de los niños desnutridos, o las muertes por desnutrición, son permanentes” -asegura esta médica y comenta acerca de una estadística sobre una comunidad aborigen del norte de la provincia – a 255 kilómetros de la ciudad de Salta- en un pueblo que se llama Pichanal, donde hay un barrio muy grande en el que viven casi 8 mil personas integrantes de un pueblo originario en el que se habla guaraní: “fue la iglesia, la parroquia del lugar, la que se ocupó de ir registrando de todos los chicos muertos, cuántos estaban desnutridos. En el transcurso de dos años había 31 chicos fallecidos que eran desnutridos y, por supuesto, en el certificado de defunción – no en todos los casos – figuraba la desnutrición. Figuraba fallecido “por diarrea”, “infección generalizada”, “por neumonía”, aunque en la comunidad se sabía que el niño estaba desnutrido. Este tipo de sub registro existe al no poder utilizar la palabra desnutrición en los certificados”.
Por otra parte, existen cifras referidas a la pobreza más estructural: hay algunos lugares donde más del 60 por ciento tiene las necesidades básicas insatisfechas y el promedio en la provincia es del 25 por ciento. En este contexto, son las comunidades de los pueblos originarios los sectores más postergados -y perjudicados- por la ausencia de una política pública que los integre: la lucha por la tierra, la imposición cultural y las barreras del idioma, confirman aquella frase del médico sanitarista Ramón Carrillo en la que década del 50 advertía que “frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social delos pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”. Sesenta años después de su paso por la función pública como Ministro de Salud de la Nación, provoca la sensación de que el tiempo no ha pasado y que el acceso a la salud es tan difícil como el acceso a la información.
Por María Emilia Menna
Datos: La Olla TV
Notas relacionadas:
- Pobreza y desnutrición en Salta: “El Gobierno está más preocupado en ocultar esas situaciones que en encontrar la solución”
- Pobreza y desnutrición en Salta | A 8 años de la intervención del INDEC “Datos falsos, muertes verdaderas”
- Los mal contados
- Sección «Ni un pibe menos!!» de Atesociosanitario
Otros materiales: