Por Cecilia Fernandez Lisso | IDEP Salud ATE Argentina
En IDEP Salud trabajamos desde hace más de una década en la desfragmentación del abordaje de la salud y también de toda la lógica de enfermedad sostenida por un sistema de intereses enfocados en la acumulación para el poder que ejercen unos pocos grupos sobre las poblaciones del mundo.
Un caudaloso mercado que insiste en instalar la salud en clave de enfermedad, camas, patologías, tratamientos, fármacos, aparatología, afección, estadísticas… y todo un universo de expertxs encargados de gestionarlo, sistematizarlo y propagarlo en clínicas, congresos, universidades, laboratorios, publicidades…
El tan mentado “divide y vencerás” proveniente del latín divide et impera y sus variantes: divide et vinces, divide ut regnes, rubricado por Julio César y también por Napoleón, ha sido sin dudas de exitosa reproducción por siglos en su amplio modo de establecerse, tanto delegando poderes de administración “en nombre de” sobre nuevas conquistas, o generando rupturas en los poderes existentes, u obstaculizando las vinculaciones de grupos de poder más pequeños… y si genera rivalidades podría ser incluso más ventajoso…
Un gran aporte a toda fragmentación ha sido elaborado por la ciencia empleada y garante del poder, con caladura en las capas más sensibles de las poblaciones que con un simple “dato duro” o “comprobado científicamente” pueden conceder y legitimar aún en propio desmedro
La actividad científica en maridaje con sus aplicaciones técnicas al servicio del poder, ingeniería y arquitectura de un ensamble científico-tecnológico hoy significan la devastación de los pueblos y los recursos de la tierra, y no tiene una lectura mucho más compleja; se despliega con todos sus ramales de reproducción segmentados y fragmentados. Familias, escuelas, hospitales, universidades, empresas, fábricas, bancos, barrios, ciudades, países… organizantes y actuantes disociados en la misma matriz de reproducción.
En nuestras lógicas organizacionales podemos advertir divisiones en “sectores”, sectores en áreas, áreas en tareas, o por región, o por representación política… en discusión con el de al lado que tiene el mismo problema que nosotros, con alto nivel de dificultad para generar diálogos que promuevan la acción conjunta en la resolución del problema, esa dificultad de ponernos en diálogos para la resolución de la problemática abona una y otra vez el problema de la opresión, y la opresión pareciera no resolverse utilizando las herramientas del sistema opresor, o por los menos no en los modos en que el sistema opresor las utiliza, quizá no sea tan sencillo reinventar una herramienta que hoy nos oprime si no cuestionamos los modos de producción y reproducción, por ejemplo, del mismo pensamiento y sus prácticas.
“En el ámbito de lo calculable, lo que se les escapa a los actores es lo que produce la producción en la subjetividad de los productores. La producción no es un algo puramente económico, en la producción lo que en última instancia se produce, es la subjetividad del productor.
Por eso un sistema económico produce, en el sistema de producción, a los individuos pertinentes al desarrollo del sistema mismo. Por eso la liberación de un sistema económico dado, como el capitalismo, no puede prescindir de la reflexión en torno, no solo a los propósitos de la producción, sino al sentido mismo de esos propósitos. No es lo mismo producir para la acumulación de las ganancias, que producir para la vida. Ambas no producen a la misma clase de productor” Rafael Bautista Segales, Del mito del desarrollo al horizonte del vivir bien, capítulo 5.2 El sujeto para la vida; Bolivia 2017
Celebramos que los organismos internacionales se expresen porque estas expresiones presionan las agendas, aunque creo que va siendo tiempo de soltar los paternalismos porque las tantas millones de personas que vivimos en contacto con las realidades en cada uno de nuestros puestos de labor diaria, podemos constituirnos en agenda para la acción sin necesidad de que ningún vocero nos marque el camino, no es que el vocero de la ONU descubrió la pólvora, en ATE contamos con un dirigente como Carlos Cassinelli que retomó el legado de Ramón Carrillo para poner en valor nuestro tiempo, dirigente que encabezó con lxs trabajadorxs la defensa de la salud pública en el embate neoliberal privatizante de los años ´90… si recién ahora las voces ONU dicen lo que hay que decir para hacer lo que hay que hacer, pareciera demasiada la distancia entre la realidad y las orejas de las organizaciones mundiales.
La justicia social es más importante para la salud mental que la terapia y la medicación, declaró el vocero de la ONU
El Dr. Dainius Pūras, principal vocero de salud de la ONU, sostuvo que las medidas para abordar la desigualdad y la discriminación serían mucho más efectivas para combatir las enfermedades mentales que el énfasis que se ha puesto sobre los medicamentos y la terapia en los últimos 30 años. La austeridad, la desigualdad y la inseguridad laboral no sólo son perjudiciales para la salud mental, también la suscitan («United Nations Official Document», s. f.).
Desde la crisis financiera de 2008, las políticas que acentuaron la división, la desigualdad y el aislamiento social han sido malas para el equilibrio mental. “Las medidas de austeridad no contribuyeron positivamente a la buena salud mental”, dijo Pūras. “Las personas se sienten inseguras, se sienten ansiosas, no disfrutan de un buen bienestar emocional debido a esta situación de inseguridad.”
“La mejor manera de invertir en la salud mental de las personas es crear un ambiente de apoyo en todos los entornos, en la familia, el lugar de trabajo. Luego, por supuesto, se necesitan servicios [terapéuticos], pero no deben basarse en un modelo biomédico excesivo.” Agrega que ésta sería la mejor “vacuna” contra las enfermedades mentales, y señala que sería mucho mejor que el excesivo uso de medicamentos psicotrópicos que se registra actualmente.
Con ahínco han tratado de curar enfermedades mentales como si fueran enfermedades físicas, a través de la “buena medicina”, sin pensar en los factores sociales que causan o contribuyen a algunos trastornos mentales. En los últimos 20 años, la prescripción de medicamentos psicotrópicos para tratar las enfermedades mentales, particularmente los antidepresivos, se ha disparado en todo el mundo.
Pūras declara que ésta es una respuesta inadecuada, y que la salud mental de la población general mejorará cuando los gobiernos tomen en serio cuestiones como la desigualdad, la pobrezay la discriminación.
Las últimas cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugieren que 970 millones de personas en todo el mundo sufren algún tipo de angustia mental, y la prevalencia de afecciones como la depresión y la ansiedad han aumentado más del 40% en los últimos 30 años.
A medida que la aceptación de la enfermedad mental ha crecido, el número de personas que buscan tratamiento ha crecido exponencialmente, abrumando los servicios en muchos países. El fenómeno ha dividido a los expertos en aquellos que ven la enfermedad mental como un mal funcionamiento predominantemente biológico, neurológico, tratable con drogas y terapia, y aquellos que creen que es mucho más psicosocial, el resultado de políticas gubernamentales, atomización social, pobreza, desigualdad e inseguridad.
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