Canal Abierto visitó las instalaciones del instituto que centraliza los test de coronavirus y conversó con quienes deben combinar el combate al COVID-19 con las tareas de cuidado en su vida personal. La doble carga que implica ser mujer y trabajadora de la salud.
«Mi vida personal se modificó rotundamente. Antes trabajábamos seis horas de lunes a viernes. Ahora lo hacemos de lunes a domingo, de acuerdo a los requerimientos de la emergencia. Eso implica estar mucho tiempo fuera de casa, modificar la rutina, sobre todo para las que tenemos hijos. El laboratorio también cambió porque está abocado casi exclusivamente a coronavirus. Tenemos mucha presión, responsabilidad y estrés» cuenta a Canal Abierto Ana Campos, secretaria General de la Junta Interna ATE Malbrán.
En el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las mujeres representan el 70% del personal sanitario, pero sólo el 25% ocupa puestos de responsabilidad.
Además de la desigualdad en términos de liderazgo dentro de la salud, a diferencia de los hombres, las mujeres deben combinar su trabajo con las tareas de cuidado o trabajo doméstico.
Uno de los problemas que emergió durante la pandemia fue la crisis de la cadena de cuidados: el rol de las abuelas cuando las madres están solas. El Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio dejó al descubierto que la salud es un sector feminizado y que por ende son las trabajadoras las más expuestas.
«A lo que estamos asistiendo es a una crisis muy profunda pero que no puede ser pensada sin la perspectiva de género. La crisis de salud tiene que ver con la crisis del recurso humano, que es el recurso más frágil del sistema. No se está pensando en la situación de que hay compañeras que se autoaislaron porque tienen mucho miedo de contagiar a sus grupos familiares y que a eso se le suma el miedo a perder la vida«, resalta Clarisa Gambera, directora del Departamento de Género de la Asociación Trabajadores del Estado.
Lo que ocurre en la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud Doctor Carlos Malbrán, no dista de esa realidad. Las trabajadoras combinan las tareas familiares con su trabajo profesional. En muchos casos sus jornadas laborales de seis u ochos horas se convierten en días de trabajo completo.
«Trabajamos durante estos 50 días de manera muy ardua y lo seguimos haciendo porque somos parte de las trabajadoras esenciales. Fue bastante difícil porque tengo tres hijos y el tema familiar estuvo complicado en la organización. Ahora nos estamos acomodando para ver cómo seguir. Lo positivo es que estamos teniendo un reconocimiento a la salud pública que en estos años se fue perdiendo y nosotros lo vivimos en carne propia, la falta de presupuesto y de pérdida salarial fue muy dura», explica Liliana Rudac trabajadora del ANLIS Malbrán.
«Mi palabra es amor por lo que hago desde el día uno. Como trabajadores y trabajadoras ahora tenemos más confianza por el reconocimiento que estamos teniendo por el coronavirus. A pesar de que pasamos los 50 días, desde el primer momento trabajamos de la misma manera. Lo que se modificó, en realidad, es el hacer compras y ocuparse de los chicos en otros horarios. Por suerte, a nivel familiar siempre tengo un aliento constante y eso me enorgullece», señaló Andrea Alcain, trabajadora del servicio de Enterobacteria del departamento de Bacteriología del Instituto Malbrán.
La importancia de mirar la salud con perspectiva de género tiene que ver no sólo con los casos de violencia sino para, además, tener presente que es un sector feminizado, en muchos casos mal pago y que debe ocuparse de otras tareas.
Texto: Sofía Acosta
Fotos y testimonios: @dicoluciano
Fuente: Canal Abierto