por Viviana García, IFCI y Secretaria de Cultura CTA A Nacional
Mujeres y diversidades ¿Somos humanxs? ¿Somos ciudadanxs ? Tenemos el derecho pleno a participar y decidir de todo lo que concierne a la sociedad en la que vivimos? La legitimación social de las mujeres y diversidades como sujetxs de derechos no siempre se corresponde con la legitimación subjetiva que las propias mujeres practicamos con nosotras mismxs. Necesitamos “un permiso” para hacerlo. Necesitamos modificar esas condiciones subjetivas patriarcales a través de la conexión de los deseos propios y reconocer nuestros intereses personales, legitimar el derecho a defender esos deseos e intereses, contar o ser capaz de establecer situaciones de paridad (económica, afectiva, legal y/o políticas), sin la cual la negociación es inviable. Disponer de recursos genuinos, proponer un objetivo y sostenerlo, ser capaces de emitir un “no” y tolerar recibirlo.
La feminización del “altruismo “ (la incondicionalidad) inhibe toda posibilidad de negociación. Sin negociación es complejo acceder a la participación y democratización de los espacios. Sólo la “solidarida-sororidad “ hace posible la negociación necesaria y colectiva para logra nuestros derechos.
En este sistema neoliberal, patriarcal, colonial, racista y sexista la cultura atraviesa nuestras subjetividades. Los condicionamientos socioculturales han ejercido y ejercen una influencia decisiva en la formación de las subjetividades, favoreciendo “confusiones, manteniendo equívocos y alimentando mitos. mandatos culturales como el de “la maternidad” en ausencia de barreras formales hace que solo el 34% de las mujeres lleguen a puestos de dirección, los seres humanos somos distintos, es inevitable resolver las diferencias que surgen de nuestras distintas necesidades y gustos.
Los esteriotipos de géneros que sostienen la actual distribución de las tareas de cuidados constituyen barreras simbólicas que obstaculizan el acceso y la permanencia de las mujeres en el mercado laboral.
Actividades como Salud (70%), Educación (77%) , trabajos domésticos (91%), son altamente feminizadas.
La sobrecarga de responsabilidades domésticas es uno de los factores que explican por qué las mujeres se insertan menos y en peores condiciones al mercado laboral.
El “cuidado” debe entenderse como un enfoque de derechos: toda persona tiene derecho a cuidar, ser cuidado y al autocuidado. Es una responsabilidad social colectiva.
Una de las principales victorias del neoliberalismo es la naturalización de la desigualdad que se expresa crudamente en la manera en que se gestionan las necesidades de cuidado.
Como expresa la economía feminista hay que poner el centro en la sostenibilidad de la vida y no centrar al mercado. Todas las decisiones que tomen los estados debe basarse en la reproducción de la vida y no en la reproducción del capital.
El trabajo de cuidado en su sentido amplio cumple una función esencial en las economias capitalistas: la reproducción de la fuerza de trabajo. La organización social del cuidado puede adoptar también una dimensión trasnacional cuando partes de la demanda de cuidados es atendida por personas trabajadores migrantes.
Pandemia-Cuidados
Esta pandemia está mostrando los límites de una economía patriarcal que ha delegado de manera creciente en los hogares y en el trabajo no remunerado de las mujeres el cuidado de la vida. El límite que encuentra este sistema de acumulación ilimitada es en el agotamiento de los cuerpos femeninos en su capacidad para cuidar. Cuando la vida se pone en riesgo la economía financiera, por más especulativa que sea, no se puede sostener.
Las consecuencias socioeconómicas serán de gran alcance y eventualmente profundizarán las desigualdades existentes, incluidas las desigualdades de género.
Son las mujeres las que se encuentran masivamente en la primera línea de acción, en los centros salud, en los servicios, en el trabajo de plataformas ( teletrabajo ) en el hogar, en las comunidades. La pobreza también tiene dimensiones de género. La pobreza tiene cara de mujer: 116 mujeres por cada 100 hombres en 2017 (CEPAL, 2019).
Las mujeres y diversidades están en estado de máxima vulnerabilidad no solamente por el aumento del trabajo de cuidados y la pérdida ó disminución de los ingresos, tanto en el trabajo formal como en la informalidad, sino también por las propias condiciones materiales y de infraestructura de sus hogares, barrios y comunidades. Las políticas de aislamiento social son de difícil aplicación en dichos contextos.
A nivel mundial, hacen dos veces y media más de trabajo doméstico y de cuidados no remunerados que los hombres. Esta crisis no es por el coronavirus: esta crisis es resultado de la mercantilización de los espacios de lo público, de lo común y de lo solidario.
Esta pandemia nos lleva a repensar el mundo del trabajo, el mundo del cuidado y de la protección social. Las economías populares, sociales y solidarias que tienen en el trabajo su principal patrimonio se encuentran en un profundo riesgo porque el pánico generado por el desborde informativo lleva a que en los diferentes países se aliente la conducta del consumo irracional. superando la concepción del trabajo como asalariado.
Violencias doméstica
El hogar no es un lugar seguro para muchas mujeres. La violencia de género convierte en las casas donde la mitad de la humanidad está confinada por la pandemia de coronavirus en una trampa donde su vida, integridad física o psicológica puede correr riesgo.
Lo demuestran los aumentos de violencia doméstica y femicidios que registranos en la región. Las primeras cifras en Argentina sugieren que el problema es a todas luces universal: el primer día de cuarentena obligatoria en el país, el 20 de marzo, 41 mujeres denunciaron violencia de género en Buenos Aires, la capital.
Chile, Paraguay, Uruguay refieren situaciones similares ¿Qué han hecho los gobiernos? Algunos han inciado acciones que van en camino (futuro) de mejorar situaciones, otros directamente desconocen la problemática quitándoles la importancia que tienen.
Pero ninguno ha incorporado en sus acciones de gobierno (que siguen patriarcales, machistas) la perspectiva de géneros y la participación activa de las mujeres y diversidades en la toma de decisiones.
¿Qué podemos/debemos hacer ?
En esta pandemia los Estados se enfrentan a todo lo que el neoliberalismo ha construído.
Desigualdades, pobreza, el despojo sobre la tierra y los cuerpos. Y es clave preguntarnos cómo vamos a reconstruir formas colectivas de autonomía que sean inherentes a la condición humana y, que avancen en la autonomía de las condiciones para la reproducción de la vida sin el hostigamiento permanente que las lógicas de la privatización y de la ganancia imponen a los espacios de lo común.
Esta, además, es una crisis de cuidados. Es un tiempo de repensar y revalorizar el mundo de lo público, de lo común, de lo solidario. La única respuesta total y efectiva ante las crisis en la reproducción de la vida está dada por las instituciones universales, públicas y gratuitas, por los espacios de lo común, lo solidario, lo colectivo.
Abordar la cuestión de la organización del cuidado es clave cuando queremos sociedades más igualitarias. La cuestión del cuidado no es asunto de “mujeres”. Es una necesidad de todas las personas que somos vulnerables e interdependientes.
La coyuntura revela la excesiva presión sobre los “cuidados”. Con las palabras “quedate en casa”, “quedate en tu barrio”, “aislate” se han esfumado de la práctica cotidiana las resistencias, la calle, la organización colectiva donde uno de los grandes perdedores es el movimiento feminista.
El CAPITALISMO MATA más que el SAR-Cov2. Hacia dónde iremos? Los mov feministas hacia la recuperación de los espacios públicos, las acciones colectivas, solidarias-sororas entre pueblos, ente países. Aprovechar y seguir visivilizando las desigualdades, apropiarnos de la economía de cuidados, relegitimizar el rol del estado, definiendo presupuestos y servicios públicos como derechos humanos fundamentales. Tejiendo y construyendo redes para un mundo con Justicia Social.
Fuente: ACTA CTAA