Covid-19, nuevas fronteras y la profundización de la biomedicalización de las migraciones


 

Por Antonio Hernández Reyes[1]

Todo lo que reflexionamos durante décadas sobre la movilidad humana y los derechos humanos a migrar en condiciones dignas y justas, encuentra en esta pandemia la plataforma de reproducción de lógicas punitivas, vigilantes, de policía médica y control social aplicadas y sostenidas por diversas corrientes políticas e ideológicas en cada país, asociando lo peor de la biomedicalización de las relaciones sociales y humanas: que la movilidad de los seres humanos son un peligro para la seguridad nacional, que las personas que migran “trasladan” patógenos sean bacterias, parásitos, virus u hongos, que los países deben volver a las tesis de reforzar el control militar y policial de sus fronteras para evitar las enfermedades que trasladan las y los migrantes.

Golpeaba a los demás y a mi miedo
con más crueldad que un niño,
como si desde el principio del tiempo
hubiese recibido sin quererlo
la espantosa encomienda de vengar a Dios.”
(Roque Dalton. Fragmento del poema Muertos)

Pandemias cíclicas

La crisis civilizatoria en la que el mundo se encuentra está experimentando una profundización sin parangón. El continuo extractivismo de la naturaleza, el exorbitante consumismo, la sobreexplotación de la clase trabajadora, la aceleración de la acumulación del capital y la financiarización de las economías son sólo síntomas de que nos encontramos frente al agravamiento de la crisis civilizatoria. En este marco, el Coronavirus o Covid-19, al igual que el resto de las epidemias en los últimos dos siglos, han surgido de forma cíclica del entramado entre la naturaleza, la sociedad y su relación cada vez más tóxica y deteriorada. Gonzalo Basile (2020) afirma:

El origen de la enfermedad es un claro trasvasamiento de la naturaleza a la sociedad, eso que llamamos simplificadamente enfermedades zoonóticas. Pero que también puede ser leído en clave de metabolismo entre la Naturaleza y la Sociedad que permite reconocer la interdependencia del ser humano con la naturaleza” (p.10)

Debido a la desproporcionalidad del sentido en que la crisis civilizatoria está conduciendo el modo de vida de las sociedades, la intensidad de estas pandemias cíclicas será cada vez mayor. Con mayor frecuencia se hará evidente el descontrol, la desesperanza y la mortandad de forma cada vez más catastrófica, donde los gobiernos, los sistemas de salud y los sistemas de emergencias y respuesta humanitaria quedarán desbordados sin capacidad de respuesta.

La Crisis pandémica y las Migraciones

El impacto de la pandemia podría creerse que ha decantado en una crisis económica que el capitalismo en su última etapa ha acelerado. El Banco Centroamericano de Integración Económica [BCIE] (2020) expresa que las medidas de contención del virus han afectado de manera colateral la economía mundial provocando una parada a la producción global, trastornando las cadenas de suministros, afectando la demanda de los mercados y el accionar de las empresas y disrupciones en los mercados financieros. Sin embargo, para Zibechi (2020) la economía global previo a la pandemia ya estaba ingresando en una caída con fuerte tendencia a la recesión; por tanto, el escenario postpandemia se afrontará como una crisis sistémica más que meramente como una crisis económica.

El fenómeno migratorio tampoco ha escapado de la pandemia. Después de que los países han mantenido cerrados sus aeropuertos o instalado restricciones para el tránsito de pasajeros por las diferentes fronteras, la migración centroamericana hacia Estados Unidos se ha reajustado recientemente. Tan sólo a principio de la epidemia en Norteamérica, el Departamento de Migración de EE.UU. ha instalado más de una docena de cambios en los procedimientos migratorios que incluyen desde el aplazamiento de las audiencias de inmigración hasta pausar los vuelos de deportación a ciertos países y suspender las admisiones de refugiados (Álvarez, 2020). Los ajustes al sistema se están haciendo de forma progresiva a medida que la pandemia se extiende y ya los flujos migratorios son marcados por una desmedida securitización y una construcción mediática (Permuy, 2015) suponiendo una doble amenaza: una amenaza a la seguridad y otra a la salud.

Este miedo al “otro”, que está presente en nuestras sociedades coloniales, se ha exacerbado por la pandemia convirtiendo a la persona migrante en el perfecto chivo expiatorio que materializa parte de las inseguridades y al que, por tanto, hay que rechazar y combatir. De igual manera, se legitiman al Estado y sus intervenciones soberanas “nacionalistas” en tanto que defienden a la sociedad nacional ante una amenaza grave. Para decirlo en términos de Focault, esta pandemia ha radicalizado las medidas biopolíticas que se han aplicado a aquellos que se consideran “extranjeros” (el otro, el diferente) dentro del país y en sus fronteras.

Cada vez más, se ha ido construyendo una narrativa de miedo que ha facilitado hechos de exclusión hacia el otro e instalado ideas racistas y xenófobas. Por ejemplo, denominar al Covid-19 como “el virus chino” por parte de Donald Trump en EE.UU., seguido por medios de comunicación, generó estigma y discriminación hacia los asiáticos, no solo en ese país sino en muchos otros en Latinoamérica y el Caribe.

Una muestra más que las sociedades han reactivado la xenofobia es la profundización de la violencia racial, ejemplificándose en el asesinato en Minneapolis del afroamericano George Floyd a manos del policía blanco Derek Chauvin en mayo de este año. Acto que avivó al Movimiento Black Lives Matter (“Las vidas negras cuentan”) manifestándose en una serie de protestas en Estados Unidos contra la discriminación racial. La pandemia ha puesto en vigencia las prácticas racistas como síntoma de un profundo problema sistémico, que es un componente clave de la matriz de poder que rige el sistema-mundo moderno/colonial (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales [CLACSO], 2020).

Todo lo que reflexionamos durante décadas sobre la movilidad humana y los derechos humanos a migrar en condiciones dignas y justas, encuentra en esta pandemia la plataforma de reproducción de lógicas punitivas, vigilantes, de policía médica y control social aplicadas y sostenidas por diversas corrientes políticas e ideológicas en cada país, asociando lo peor de la biomedicalización de las relaciones sociales y humanas: que la movilidad de los seres humanos son un peligro para la seguridad nacional, que las personas que migran “trasladan” patógenos sean bacterias, parásitos, virus u hongos, que los países deben volver a las tesis de reforzar el control militar y policial de sus fronteras para evitar las enfermedades que trasladan las y los migrantes. Es decir, estamos frente a lo peor de lo peor que pudiéramos haber imaginado en una enunciación que se convirtió rápidamente en consensos globales de política pública “excepcional” para criminalizar, racionalizar y culpabilizar a las y los migrantes. Y lo más peligroso de todo: que es justificado y aplicado incluso por cierto pensamiento médico social desde instituciones médicas, sanitarias, hospitalarias, ministerios, entre otros.

Para algunos quizás con buenas intenciones del salubrismo de Estado, olvidan las tres tesis centrales que se vienen moviendo dentro de la gobernanza de las migraciones y la salud:

  1. La apropiación de las migraciones por la agenda de la “Seguridad”. Eso implica más militarización, criminalización, barreras de acceso y administrativas no tan sólo a la movilidad humana, sino al cuidado y protección de la salud de las y los migrantes, a la naturalización de las violaciones a las mujeres migrantes, a la falta acceso salud materna, etc.
  2. La segregación étnico-racial de una colonialidad migratoria. Se disparan aceleradamente una clasificación de sujetos que merecen entrar a los países (imaginemos las nuevas barreras administrativas en Europa y Estados Unidos postpandemia), versus aquellos no merecedores. Ahora con la “carga” de enfermedades sobre sus espaldas.
  3. Las grandes dificultades, límites y precariedad conceptual y metodológica que tiene la enfermología pública /salud pública para comprender las migraciones, la cooperación transfronteriza en salud colectiva, de ver a la movilidad humana por movilidad de enfermedades. Los idearios reproducidos consciente o inconscientemente por todas y todos durante la crisis Covid-19 implican esta radical consolidación de la biomedicalización de la movilidad humana. Sólo decirnos: “cuidado”. Esto no será gratuito para el proceso postpandemia y las migraciones, la movilidad humana.

También surgieron dinámicas de darwinismo social (Lukács & Roces, 1972, como se citó en Basile, 2020) dónde la supervivencia se le otorgaba a “los más fuertes” como una especie de selección natural donde los adultos mayores, débiles y enfermos debían de morir. Estas decisiones parecían encontrar eco en los discursos de gobernantes que, junto a los sistemas sanitarios, tienen la gran responsabilidad de garantizar el derecho a la vida y a la salud de su ciudadanía. Lamentablemente, como dirían dos activistas afrobrasileñas: “El coronavirus no escoge a quien va a matar, pero los Estados escogen quién puede morir” (CLACSO, 2020), marcando así la tónica de una necropolítica racista y xenófoba en buena parte de los países del continente americano.

Cambio de sentido común y nuevas fronteras

Uno de los elementos que ha caracterizado la pandemia es la hiperpolitización que ha sufrido el manejo de ésta, la cual ha sido objeto de los más grotescos y surrealistas debates entre los políticos desde quienes la comparan con una “gripita” hasta quienes la interpretan como un castigo divino, o quienes sólo enuncian miedo, control individual y securitización de la salud y la vida (Basile, 2020). Para Espósito (2020) durante los últimos tres siglos se ha producido una medicalización de la política donde cada vez más frecuentemente los políticos asumen la responsabilidad de “curar” a sus ciudadanos. De ahí que no sea raro que presidentes, legisladores y otros políticos (no médicos) estén dando informes epidemiológicos, dirigiendo estrategias sanitarias o sugiriendo nuevos tratamientos para el Covid-19.

En sentido inverso, se ha configurado una politización de la medicina donde los virólogos, epidemiólogos y salubristas están estableciendo medidas económicas, coordinando el transporte público, opinando sobre el campo de la política pública y acciones de seguridad pública, entre otras. Esta divergencia de objetivos, tanto del ámbito político como sanitario, son reflejo de un cambio en el sentido común de lo que se entiende por una pandemia, asumiendo roles ajenos a la naturaleza de la función y gestión pública, pero especialmente a una especie de primacía del empirismo cotidiano de la toma de decisiones y la pérdida de capacidad crítica y autocrítica.

Hoy, cuando el mundo se prepara para volver a la “nueva normalidad”, se ha establecido una nueva frontera. Esta ya no descansa en entre países sino en la misma casa, dónde se han establecido cuarentenas estrictas, separaciones de familias y grupos humanos y se han montado nuevos centros de producción social (teletrabajo) sin tener que salir de ella. Aislados, produciendo, y viendo en las y los otros un peligro inminente al que debemos controlar, denunciar, eliminar.

Al llegar la postpandemia y mientras no exista vacuna disponible, la mascarilla (barbijo) será la nueva frontera del cuerpo, aunque eso no impedirá continuar disputando un nuevo sentido común y de construcción de una salud internacional para la emancipación de nuestros pueblos.


Referencias Bibliográficas

  1. Álvarez, Priscila. (18 de marzo de 2020). 12 cambios en el sistema de inmigración de EE.UU. durante la pandemia de coronavirus. CNÑ Español. Recuperado de: https://cnnespanol.cnn.com/2020/03/19/12-cambios-en-el-sistema-de-inmigracion-de-ee-uu-durante-la-pandemia-de-coronavirus/
  2. Banco Centroamericano de Integración Económica. (2020). Impacto económico del Covid-19. Un análisis para Centroamérica, Argentina, Colombia y México. Recuperado de: https://www.sica.int/documentos/bcie-informe-impacto-economico-del-covid-19-un-analisis-para-centroamerica-argentina-colombia-y-mexico_1_121869.html
  3. Basile, Gonzalo. (2020). Coronavirus en América Latina y Caribe: Entre la terapia de shock de la enfermología pública y la respuesta de la salud colectiva/salud internacional Sur Sur. IV Dossier de Salud Internacional Sur Sur. Recuperado de: https://www.clacso.org/wp-content/uploads/2020/04/IV-DOSSIER-SISS-CLACSO-CORONAVIRUS-ALyC-Marzo2020-1.pdf
  4. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. ( 29 de mayo de 2020). “Declaración del Grupo de Trabajo Crisis civilizatoria, reconfiguraciones de racismo, movimientos sociales afrolatinoamericanos”. Recuperado de: https://www.clacso.org/declaracion-del-grupo-de-trabajo-crisis-civilizatoria-reconfiguraciones-de-racismo-movimientos-sociales-afrolatinoamericanos/
  5. Esposito, Roberto. ( 18 de febrero de 2020). Curati a oltranza. Antinomie. Recuperado de: https://antinomie.it/index.php/2020/02/28/curati-a-oltranza/
  6. Permuy, Eva. (2015). Las tecnologías de poder de Foucault y el control de la migración (Tesis de Posgrado). Universidad de Barcelona, España.
  7. Zibechi, Raúl. (4 de marzo de 2020). El Coronavirus como tapadera de una crisis sistémica. Sputnik. Recuperado de: https://mundo.sputniknews.com/firmas/202003041090677600-el-coronavirus-como-tapadera-de-la-crisis-sistemica/

[1] Equipo Coordinador Red de Sistemas y Políticas de Salud de ALAMES. Investigador del Grupo de Trabajo CLACSO Salud internacional y soberanía sanitaria. Movimiento Salvador Allende/ALAMES El Salvador.

Fuente: CLACSO