En el proceso de la pandemia puede surgir en la sociedad un sentido de asociación, autodeterminación, solidaridad, transformación y esperanza. Pero si se impone un sentido común conservador, con individualismo, seguridad, incertidumbre y temor, probablemente se refuerce el injusto orden social imperante.
“Salus populi, suprema lex esto”
En el siglo I A.C. Marco Tulio Cicerón pronunció esta frase que se constituyó en el primer principio del derecho público romano, y puede interpretarse como: la salvación del pueblo es ley suprema. Sin embargo, a lo largo de veintidós siglos ese, como otros aforismos célebres, fue adquiriendo (o sufriendo) distintas significaciones.
Tanto el concepto de salus como el de populi, fue interpretado a lo largo de la historia con el cristal vigente en cada momento. Esta máxima, que aparece en escudos de armas, entradas de importantes edificios y hasta es el lema de algunos estados y universidades, se fue cargando de distintos sentidos. Salus, diosa griega asociada a la prosperidad, se ha interpretado como salvación, liberación, seguridad, bienestar, salud individual y también como salud pública. Populi puede ser tomado como pueblo con criterio poblacional, abarcando a todos los que habitan un lugar, o restringido a una parte de la población, los ciudadanos, o a una construcción basada en la identidad y la historia más allá del lugar de residencia. En suma, la historicidad del concepto le fue renovando el significado a la frase, expresando la lucha de discursos pugnando por captar el sentido.
Salus populi suprema lex esto, vuelve a escena en la pandemia sobre el trasfondo de la discusión del bien común (o bienestar de la comunidad) que opera en la justificación de medidas excepcionales por parte de los poderes públicos, que restringen algunas libertades aplicando el principio republicano (res pública = cosa pública) de preocuparse por el bien común del conjunto. (ref:1)
Así como salus populi, que reafirmamos, debe ser la ley suprema, también el sentido común sufre una metamorfosis con el discurrir del tiempo y las culturas. Aunque frecuentemente caemos en el lugar común de añorar la aplicación de ese sentido para resolver mejor las situaciones que enfrentamos como sociedad, difícilmente percibimos, al menos como colectivo social, que podría construirse otro sentido común, distinto del imperante hasta ahora. ¿O es acaso el sentido común hegemónico la única tabla de salvación del pueblo?
Los hechos sociales y el sentido común
A Émile Durkheim (1858-1917), se le atribuye el haber constituido a la sociología como ciencia, cuyo objeto de estudio son los hechos sociales. Partiendo de la premisa de que los hechos sociales son cosas pasibles de ser sometidas al rigor del pensamiento científico, Durkheim dirá que “pese a que los hechos sociales son nuestra propia obra, la mayor parte de las instituciones sociales nos han sido legadas… ignoramos la esencia de las principales instituciones sociales (ref:2), tales como el Estado, la familia, el derecho de propiedad, etc.
Los hechos sociales, según Durkheim, son maneras de actuar, de pensar y de sentir que presentan la notable propiedad de existir por fuera de las conciencias individuales y anteriores a la existencia de cada individuo. Son legados que están dotados de poder imperativo y coercitivo, es decir se le imponen al individuo a través de reglas jurídicas, de pautas morales, del lenguaje, entre otras formas de expresión. Los hechos sociales para Durkheim tienen una existencia propia, independientemente de sus manifestaciones individuales.
Según la definición clásica, al sentido común se le asigna la capacidad para juzgar razonablemente las situaciones de la vida cotidiana y decidir con acierto. Representa el conjunto de conocimientos, creencias y explicaciones, fundamentados en la experiencia personal o la sabiduría popular, que son compartidos por una comunidad (familia, pueblo, nación), y que son tenidos como prudentes, sensatos, lógicos y válidos.
Alvaro García Linera define el sentido común como “el conjunto de criterios, razones lógicas, juicios y prejuicios absolutamente evidentes, que no necesitan filtro reflexivo previo, con los cuales las personas absorben el mundo inmediato, se ubican en él, lo juzgan y actúan”.
El sentido común, que por naturaleza es conservador y tiende a no modificarse, se compone básicamente de preceptos procedimentales (por ejemplo comer, vestirse, prepararse para ir a dormir), preceptos instrumentales como herramientas para obtener fines, preceptos lógicos constituidos por los vínculos con el mundo como el lenguaje, los símbolos o los gestos y los preceptos morales que diferencian el bien del mal y que llevan a aceptar, tolerar, clasificar o discriminar. Este conjunto caracteriza a una época, promueve conductas y, como ilustraba Durkheim, se comporta como el bronce porque debe entenderse como un todo. “La dureza del bronce no está ni en el cobre, ni el estaño, ni en el plomo que sirvieron para formarlo y que son cuerpos blandos o flexibles; está en su mezcla”.
Pero el sentido común, no es perenne ni inmutable, se reconfigura en consonancia con los procesos históricos, sociales y culturales, adaptándose al orden imperante. Es decir que lo que hoy es parte de ese conjunto de representaciones espontáneas, puede ser muy diferente de aquellas presentes en otras épocas.
García Linera advierte que “hay momentos en donde el orden social dominante se quiebra parcialmente, y ahí es cuando ocurren las revoluciones… durante el quiebre se debilita el sentido común dominante, y ahí puede actuar la transformación social. De esa manera, la hegemonía (en el sentido gramsciano) sufre una transformación importante que permite el cambio de la estructura objetiva del mundo” (ref:3)
Los profundos cambios que acontecen en las sociedades en el contexto de esos particulares y revulsivos momentos de la historia, solo perduran si las sociedades son capaces de transformar el sentido común. De no ser así, advierte García Linera, el control lo toman “los procesos restauradores”, puesto que el sentido común arcaico “nunca se va del todo”.
Hacia un nuevo sentido común y reforma del sistema de salud
¿Cómo aplica el sentido común a algo nuevo, desconocido? Ese conjunto de respuestas automáticas, ¿puede ser el instrumento idóneo para superar situaciones problemáticas nuevas, pero que expresan o son consecuencia de cuestiones no resueltas?
En definitiva, ¿sería pertinente apelar al sentido común conocido para salir mejores? O dicho de otra manera, ¿será aplicando los mismos criterios de organización y distribución de los recursos como evitaremos la próxima pandemia o al menos estaremos mejor preparados para afrontarla?
¿A quiénes beneficia anclarse en el sentido común imperante hasta el presente?, ¿será oportuno atender al señalamiento de García Linera cuando apunta que “el sentido común dominante también se encarga de ordenar la jerarquía y las premisas de los sentidos comunes de clase dominadora y dominada”? (ref:4) Esta pandemia podría confrontarnos con un momento en el cual el orden social muestre fisuras y facilite que se gatillen claves del sentido común.
Sin duda estamos transitando una situación de excepción, que no es un hecho aislado. Al menos en parte, la pandemia es resultado del comportamiento humano con relación a los demás seres vivientes y al ambiente, pero el impacto de la Covid-19, como ya hemos expresado, no afecta a todos por igual. Esta nueva epidemia (¿la última?) y las consecuencias que se generan en el contexto de las medidas para mitigarla, ponen en evidencia nuestras falencias como colectivo social y desnuda las inequidades. Campea el temor y el riesgo cierto de muerte, y a pesar de los aciertos en las decisiones de alcance poblacional que se tomen, indudablemente hay y se profundizará, una franca caída en las condiciones de vida de grandes grupos de personas.
Cuando posamos la mirada en el sistema de salud, reaparece la evidencia de que la fragmentación y la segmentación del modelo argentino, que lejos de aportar para garantizar el acceso igualitario al derecho a la salud, se muestra ineficaz e ineficiente, también revela las debilidades del orden social que supimos construir. Al mismo tiempo, estamos persuadidos que sin la intervención decidida y efectiva del Estado todo hubiese sido peor, pero que no alcanza con intervenciones puntuales para sortear la tormenta.
Se desencadena un proceso revolucionario cuando se cuestionan los cimientos del sentido común y sobre todo cuando hay predisposición a modificar el esquema hacia un sentido de asociación, autodeterminación, solidaridad, transformación y esperanza, en muchos casos, recuperando ideas y conceptos olvidados o degradados. Si en cambio, en la trama de este proceso turbulento se imponen criterios signados por el individualismo, la seguridad, el orden, la incertidumbre y el temor, probablemente triunfe el perfil conservador del sentido común para sostener el orden social imperante.
¿Tendremos como sociedad la osadía de forzar las fisuras del sentido común para sentar las bases de un nuevo orden social? ¿Seremos capaces de aprovechar las lecciones que va dejando este período que aún no termina, pero que ya evidencia que con más de lo mismo no conquistaremos estadios mejores y sobre todo más justos?
En lo que refiere las políticas sanitarias nacionales y provinciales, el desafío sigue siendo el pugnar por un sistema de salud integrado conducido por el Estado, que asegure el acceso universal al derecho a la salud con calidad y equidad.
Quizás Neuquén esté en mejores condiciones para aspirar a resolver favorablemente ese reto. Se requiere decisión política y generosidad, pero sobre todo, se necesita que como sociedad seamos capaces de asumir el riesgo de modificar el sentido común y empezar a concretar pasos.
1 – Farrés Juste, O. (2020). Salus populi suprema lex. Dossier de cuestiones bioéticas de la pandemiaCovid-19. Revista Bioética y Derecho, 2020; 50: 5-17. Barcelona, España.
2 – Durkheim, É. (2008). Las reglas del método sociológico. Editorial Losada. Buenos Aires, Argentina.
3 – García Linera, A. (2018). ¿Qué es una revolución? De la Revolución Rusa de 1917 a la revolución en nuestros tiempos. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. La Paz, Bolivia.
4 – García Linera, A. (2019). ¿Por qué es tan difícil cambiar el mundo? Conferencia magistral en el Congreso Nacional de Filosofía 2019 de la Universidad Nacional de Lanús, 4 de abril de 2019. Lanús, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
(*) Integrante del Cueseb (Centro Universitario de Estudios sobre Salud, Economía y Bienestar (UNC).
Fuente: vaconfirma.com.ar