Jujuy: un Estado desertor ǀ Desidia gubernamental y empresarial


Por Juan Pablo Alba, secretario de Comunicación y Difusión de CTA-A Jujuy. «Estamos en guerra», solía decir el comandante en jefe Gerardo Morales, cuando no había ni un caso de Covid19 en la provincia. Hoy, que el virus se reproduce a una velocidad proporcional a la caída del rating de las transmisiones del COE, el Estado Jujeño parece haberse retirado de la batalla, dejando a su tan mentada «primera línea de combate», abandonada a su suerte.

El Comité Operativo de Emergencia (COE), que debiera ser el conjunto de profesionales y políticos encargados de comandar las acciones de combate al Coronavirus, se convirtieron desde el primer momento, más en un instrumento de propaganda política que de resolución efectiva de las situaciones sanitarias emergentes.

«Tengo mucho miedo, llevamos cuatro días acá, no nos vino a ver ni un médico todavía, y mi marido se está poniendo mal», cuenta entre lágrimas Gabriela Arroyo, militante política y dirigente de ATE, que lleva 96 horas internada en el hospital de campaña de San Salvador, sin recibir siquiera una aspirina: «las enfermeras nos atienden bien, pero solas no pueden. No nos dieron medicamentos, porque no nos vieron médicos. Realmente es una mentira lo que dice el Gobierno del hisopado, la gente viene voluntariamente para que le hagan el análisis, pero no hay test, ni bioquímicos suficientes», nos cuenta ella que está ahí, sufriendo en primera persona la ausencia del Estado.

«Todas las cosas que salen en la tele, son una mentira tras otra. Yo no quiero que a nadie le pase lo que le pasó a mi primo, Eduardo Arroyo, que lo dejaron a la deriva y falleció… el COE lo mandó a su casa a hacer la cuarentena y le hacían seguimiento por teléfono, pero cuando lo llevaron al San Roque ya estaba mal, y ahí al tercer día falleció», cuenta Gabi, sollozando: «no es justo.. tanta indignación, tanta rabia, tanto miedo».

En los barrios, el panorama preocupante se repite, con el agravante que está afectando a quienes sostienen, día día, la lucha contra el hambre: «la situación se agrava, en todos los barrios hay casos y no hay atención ni telefónica… sólo te dicen que te aísles 14 días y nada más. Llamás días enteros y no te atienden. Test no te hacen. Las compañeras de los comedores se enteran de familias enteras enfermas y que se auto-aíslan pero nadie les ayuda… Por ejemplo una señora que retiraba del comedor de un día para otro, pidió que la comida la dejen en su vereda», cuenta Romina Canchi, dirigente de la CTA Autónoma.

«La semana que viene cerramos el tercer comedor por falta de control y testeo», afirma Santiago Zamora, coordinador de comedores barriales, espacio al que cada vez se acercan más personas en busca de comida, y sobre todo, ya no sólo niños, sino un gran número de adultos mayores, los más vulnerables ante la pandemia.

El hospital San Roque, el único destinado exclusivamente a pacientes Covid, ya no tiene más respiradores disponibles, pero ese dato se les «olvidó» comunicar a los «expertos» del COE, que hace unos meses, presentaban airosos un plan de cuatro pilares: Fortalecer el Sistema de salud, Fronteras Sanitarias Seguras, Plan de Adultos Mayores y Responsabilidad Social e Individual. Hoy son pilares que se derrumban ante la mirada desesperada de un pueblo abandonado a las garras de la peste: «falló en todos», comenta en sus redes sociales Pablo, un joven psicomotricista que, junto a su familia, aguantan la cuarentena como pueden.

Luego de las declaraciones ante el Senado del Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, en Jujuy habrá que convocar expertos de la NASA, para ver si ellos nos pueden explicar en qué clase de agujero negro desconocido, se perdieron los 9.000 millones de pesos que mandó nación, entre coparticipación regular y fondos especiales para la lucha contra el coronavirus, porque en materiales de protección, equipamiento o salarios a profesionales, no se ve reflejado: «me cortaron la luz, la situación está durísima», afirma Javier (aunque rige una normativa de prohibición de efectuar cortes de servicio), desempleado, sin posibilidades de salir a la calle a ganarse el pan, y uno de los miles de jujeños a los que no les llegó el IFE, ni un ATP, ni un Plan de Contención, o al menos, un «lo lamento» por parte del Estado.

En este escenario, contagiarse de COVID en Jujuy, hoy es más peligroso que irse de paseo por las calles de Beirut, y el personal de salud, en esta realidad de indefensión, se niega (y con razón) a trabajar en un contexto que le asegura más incertidumbres que condiciones laborales dignas: organizan ruidazos, presentan propuestas, recorren el territorio, son obligados a volver a trabajar sin hisopados previos aún en los casos positivos, y siguen sin ser escuchados por los funcionarios locales, mientras las muertes las siguen poniendo los trabajadores y el pueblo, y el engranaje agroindustrial continúa triturando riquezas a un ritmo récord: en este rincón del NOA, todo parece ser esencial, menos la vida.

La tragedia que se vive en Ledesma, parece mudarse también a otras zonas de la provincia, porque «el bicho» de fondo es el mismo: «el mensaje de la empresa parece ser contagiensé enfermensé, hagan anticuerpos y los que tengan que morir que mueran: la producción no se puede parar», declaró Rafael Vargas, Secretario General del SOEIL, ante Radio Gráfica.

«No me bajen los brazos, no se rindan», arenga por tele el pretendido Emperador, mientras retira las fichas del tablero. Con Gerardo Morales al mando (alumno predilecto de la escuela macrista), un fantasma recorre la provincia de Jujuy, dejando tras sus pasos el destello borroso de un Estado desertor, criminal por inoperante, ausente por complicidad y decisión.