Con la publicación de tres documentos el Médico sanitarista Mg. Daniel Esteban Manoukian, CUESEB (Centro Universitario de Estudios sobre Salud, Economía y Bienestar UNCo) propone un análisis sobre la reforma del sistema sanitario argentino planteando tres preguntas: ¿Por qué? ¿Para qué? y ¿Cómo?
Acceso a las tres entregas del documento en PDF:
Reforma del sistema de salud argentino
Introducción
Las primeras señales que empezaron a alertar a actores sociales ajenos al campo de la salud llegaron con la pandemia. Los primeros gestos de los propios protagonistas del sistema de salud argentino, en función de recuperar para la agenda política y pública la necesidad de cambios profundos del sistema, también resurgieron con el avance implacable de este viejo, pero maliciosamente renovado coronavirus.
No analizaremos en este breve texto la gestión nacional, provincial o municipal de la pandemia. Seguramente al desglosar la situación de la que se partió y las medidas que se adoptaron, se rescatarán aciertos y yerros. Las conclusiones de ese análisis encontrarán adeptos y detractores. Sin embargo, difícilmente se dude en señalar que un sistema fragmentado, segmentado y con muy poca articulación de sus componentes, atenta contra la posibilidad, no solo de salir medianamente airoso de un escenario de excepción, sino también de aquel que devendrá al superarse la pandemia.
En efecto, como se mencionará más adelante, la evidencia de esto último ya la teníamos antes de que sobreviniera la pandemia, aunque se notaran actitudes, que cómo un péndulo improductivo, discurrían entre la resistencia y la desidia a encarar una transformación profunda.
En momentos en que se empiezan a escuchar voces proponiendo y opinando sobre potenciales reformas del sistema de salud, proponemos tres entregas consecutivas planteando tres preguntas. Intentan sistematizar un análisis dejando algunas respuestas, pero sobre todo, agregando más interrogantes, a fin de disparar un debate que deviene en imprescindible, y que requerirá construir un consenso social que respalde decisiones complejas y de ninguna manera neutrales.
Federico Tobar cerrando un texto sobre el sistema de salud mencionaba que “la historia de la organización de los servicios de salud en Argentina puede ser contada como una dinámica de avances y retrocesos hacia un sistema integrado (Tobar, 2012). Mario Róvere por su parte, ha señalado que deben reconocerse en forma debida las bombas de fragmentación que han sido lanzadas contra los intentos de integrar el sistema en favor del acceso universal al derecho a la salud (Manoukian & Iusef Venturini, 2021).
Por esa razón nos proponemos apelar a la historia y a la información disponible. A la historia, porque tal como menciona Susana Belmartino, “la historia importa porque la historia explica”. Cuando tomamos en cuenta la evolución de un concepto, en este caso el devenir del sistema de salud, “los procesos históricos se consideran constitutivos; y en su desenvolvimiento pueden encontrarse explicaciones y delimitarse influencias sobre las relaciones e identidades sociales resultantes” (Belmartino, 2011). Recuperar información disponible, por su parte, resulta esencial para poder avanzar en la construcción de una propuesta superadora, porque tal como señalara Ramón Carrillo, la estadística es el medio para que una reforma tenga alcances sanitarios (Carrillo, 1973).
Asumimos que la salud es un derecho y no un bien de mercado, pero advertimos que este concepto no falta en ningún programa político, aunque el accionar en la realidad concreta plantea dificultades, entre otras cosas, por la convivencia de concepciones contrapuestas. Las epidemias que afectan a toda la sociedad, aunque los sectores más postergados sin dudas, las sufren con más crudeza, reivindica con firmeza que la salud debe ser un derecho a ser defendido y al que todos y todas deben poder acceder sin distinción alguna. Para que eso sea posible debe ser priorizada la vida antes que el lucro, en las prioridades políticas en general, y mucho más en las del propio sector de la salud.
Sostenemos que para contar con un sistema de salud bien organizado se requiere planificación, y ésta debe estar conducida por el Estado. Sin embargo, tenemos en cuenta la mención de Mario Testa cuando refiriéndose a su vínculo con Carlos Matus, ambos críticos de la planificación normativa tradicional, decía: “los dos pensamos en el fondo de nuestras almas, que la planificación es algo así como inevitable… No se puede no planificar, pero planificando no se consiguen resolver los problemas” (Spinelli, 2019). Ciertamente, siempre pensamos en el futuro y como prepararnos para enfrentarlo con las mayores posibilidades de éxito. Al planificar se establecen prioridades, que luego promueven decisiones. Por lo tanto, el modo de planificar implica una forma de decidir y la única manera de decidir en favor de los intereses colectivos es que quien planifique y decida sea el Estado. Esto no implica tomar decisiones en soledad o autocráticamente, por el contrario, es en un escenario de transformación cuando más se requiere ampliar la mirada y valorar distintos enfoques, pero partiendo de premisas básicas acordadas. Es decir, “si bien la planificación por sí misma no ayuda a predecir el futuro, ni mucho menos resuelve los problemas del presente, sí aporta una matriz compartida para emprender una trayectoria común” (Manoukian & Iusef Venturini, 2021).
Si bien en este texto nos referimos al sistema de salud argentino, señalamos que tratándose de un país federal cada una de las 24 jurisdicciones tiene facultades para modificar su propio sistema de salud, aunque esta arista será tratada en la última parte de este documento.