El 9 de agosto se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas -ONU- mediante la resolución 49/214. Que tiene como finalidad concienciar y poner de relieve los derechos de los 476 millones de indígenas de 90 países. El aniversario llega en lo que podría ser un año histórico para los pueblos indígenas y su salud.
En mayo de 2023, la Asamblea Mundial de la Salud aprobó una resolución sin precedentes destinada a reforzar la salud de los pueblos indígenas. Además de encargar a la OMS la elaboración de un plan de acción mundial para 2026, la resolución contiene varias obligaciones ambiciosas para que los Estados miembros mejoren la salud de los indígenas, entre ellas la elaboración de planes nacionales para mejorar el acceso de los pueblos indígenas a la atención sanitaria; la integración, cuando sea posible, de la medicina tradicional y complementaria en los sistemas de salud, en particular en la atención primaria y la salud mental; y la formación y contratación de indígenas como trabajadores sanitarios.
Como así también, lograr reducir algunas de las graves desigualdades a las que se enfrentan muchos pueblos indígenas como resultado de la colonización, el desplazamiento y la represión. El término «pueblos indígenas» es en muchos sentidos burdo, ya que aísla y homogeneiza 5.000 culturas diversas con experiencias, necesidades, esperanzas, retos, oportunidades y formas de vida muy diferentes. Pero hay áreas de causa común y solidaridad, especialmente en lo que respecta a la salud.
Nuestra serie de 2016 sobre salud indígena descubrió que la esperanza de vida era más de 5 años inferior en las poblaciones indígenas que en las no indígenas de Australia, Camerún, Canadá (Primeras Naciones e Inuit), Groenlandia, Kenia, Nueva Zelanda y Panamá. La mortalidad materna, la mortalidad infantil y la salud mental suelen ser motivo de especial preocupación.
Una reciente política sanitaria sobre equidad medioambiental sostiene que las comunidades indígenas se enfrentan a una carga desproporcionada de enfermedad y mortalidad debido al cambio climático, pero su inclusión y participación en la política de salud medioambiental ha sido, en el mejor de los casos, testimonial.
El respeto, el apoyo y la priorización de los distintos liderazgos, conocimientos y expresiones culturales indígenas, así como su continuidad y resistencia, son esenciales en el ámbito de la salud, como ha demostrado recientemente la pandemia de COVID-19. Los pueblos de las Primeras Naciones de Australia fueron capaces de invertir las disparidades iniciales en la carga de COVID-19 cuando el gobierno les facultó para dirigir su propia respuesta al principio de la pandemia. La soberanía indígena, junto con un enfoque centrado en la comunidad y centrado en la relevancia cultural y el uso de proveedores de atención sanitaria indígenas, parece haber desempeñado un papel crucial en la mitigación de los efectos de la COVID-19 en el Ártico.
La autodeterminación es fundamental para estos objetivos. Pero en Brasil hay decepción. Los indígenas sufrieron enormemente bajo el mandato de Jair Bolsonaro: se desmanteló una red de médicos cubanos que apoyaba la salud de los indígenas, la destrucción de la selva tropical que tan a menudo afecta a las tierras indígenas aumentó un 52%, y el Ministerio de Justicia brasileño está estudiando acusaciones de genocidio contra el pueblo yanomami, cuyas tierras protegidas fueron descuidadas y destruidas por una explosión de minería ilegal.
Una de las primeras medidas adoptadas por el nuevo gobierno de Lula a principios de 2023 fue dar prioridad a la salud indígena con la creación de un nuevo ministerio de salud indígena dirigido por una mujer indígena, Sônia Guajajara. Sin embargo, el Congreso ya ha despojado al ministerio de sus principales competencias, retirándole el derecho a delimitar las tierras indígenas, al tiempo que avanza hacia una votación sobre la anulación de muchas reclamaciones indígenas previas de tierras. Guajajara denunció la medida como «genocida».
En Australia hay inquietud. La cuestión de la autodeterminación indígena se encuentra en un momento crítico. Los australianos votarán a finales de este año en referéndum una enmienda constitucional para crear la Voz de los Aborígenes e Isleños del Estrecho de Torres, un organismo independiente que asesorará al gobierno en asuntos que afectan a la vida de los pueblos de las Primeras Naciones, como la vivienda, el empleo y la salud.
Los pueblos de las Primeras Naciones de Australia han sido testigos de repetidos fracasos del Gobierno a la hora de cerrar la brecha de las desigualdades sanitarias. Si se aprueba la enmienda, la Voz supondría un hito importante en la mejora de la salud de los indígenas. Pero las encuestas muestran que el apoyo a la enmienda ha caído en los últimos 6 meses.
El debate sobre la salud de los indígenas suele centrarse en las desventajas. Pero es algo más que un simple problema sanitario mundial que hay que resolver. Como reconoce la Constitución de la OMS, la salud no es sólo la ausencia de afecciones o enfermedades, sino un estado de completo bienestar físico, mental y social. Para que las comunidades indígenas y su salud prosperen, deben ser dueñas de su propio destino.