En las adyacencias de un enorme hospital monovalente para personas con padecimientos mentales descubrí, hace ya un tiempo, la frase pintada que acompaño más abajo.
La misma expresa agónicamente una verdad, denunciando la urgente necesidad de estructurar auténticas soluciones para ese tipo de problemáticas.
A poco de estar por anunciarse las nuevas medidas de cuarentena estricta producto del flagelo del Covid19, quisiera pensar su impacto entre los adultos mayores.
Adelanto que no obra en mi ánimo elementalizar este problema, el que por el contrario amerita análisis de complejidad.
Para no generar distracciones inútiles me apresuro a decir, que no me opongo a cumplir con esta nueva serie de medidas restrictivas.
Creo que el encierro ante la Pandemia como ante la locura, sigue siendo una respuesta pobre, que evidencia la existencia de un acuerdo macro-social orientado irremediablemente al consumo y no a la construcción de una sociedad de cuidados para todas las edades y grupos.
Es la única respuesta, que nos queda ante la falta de otras estrategias y previsiones, las que no pueden asumirse retroactivamente.
Quiero aclarar que los temas del envejecimiento deben inundar o movilizar distintas y variadas zonas de la realidad social.
Este proceso inherente a la vida atraviesa todo lo dado y también todo lo que vendrá. Por ello es imprescindible la construcción conjunta de un espacio de interlocución rompiendo con las aduanas impuestas por algunos sectores de nuestra sociedad y, en ocasiones, autoimpuestas por los propios mayores.
Cuando menciono “encierro” no me refiero solo a la limitación compulsiva ejercida por otro sobre la libertad para realizar desplazamientos físicos.
El encierro más extendido es de naturaleza simbólica , y en el caso de los mayores cuando se los convierte en prisioneros a cielo abierto y la cura más primordial, en un sentido filosófico socrático, tiene que ver con el cuidado del ser en tanto conocimiento de uno mismo y por supuesto de sus derechos…
Esta situación de limitación, demanda que sea circunscripta al distanciamiento físico y que sea abiertamente vulnerada por las y los mayores con nuevas y originales vinculaciones sociales de los/as mismos dentro y fuera del propio colectivo
Advierto entonces sobre un necesario deslizamiento conceptual y fáctico sobre este hecho .
A la vez, sobre otro imprescindible “cambio” a fin de que las necesidades sociales presentes en las/los mayores se reciban de una vez por todas de PROBLEMAS EVITABLES para ser asumidos y enfrentados, por parte de los decisores.
No creo, sinceramente que tras la Pandemia, la inercia de intereses del entramado político, económico, judicial, sindical y hasta religioso cambie por sus propios medios, la visión actual sostenida sobre las/los mayores.
Esta nueva fase del Coronavirus, es una enorme oportunidad para afianzar las vinculaciones sociales de los/las mayores, a distancia, incluso apoyada en el uso de las nuevas tecnologías.
La necesaria y postergada presencia de un SUJETO COLECTIVO, facilita el camino adecuado para asumir una agenda que exprese, por un lado, el rechazo a toda forma de violentación física, económica, cultural, sanitaria, previsional y/o simbólica ejercida contra los/las mayores y por el otro el derecho a vivir con plenitud y dignidad la vejez…
*Psicólogo, gerontólogo.