Jairo Estacio: “La urbe va consumiendo todo lo que hay alrededor”


Construcción social del riesgo: las grandes ciudades contra sí mismas

Los desastres en grandes ciudades son cada vez más frecuentes y con mayores consecuencias: inundaciones, deslaves, terremotos, incendios, deslizamientos, derrumbes, provocan cada vez más víctimas y daños. Según la ONU más del 50% de la población mundial reside en zonas urbanas, cifra que se prevé que aumente hasta el 66% para 2050.

En consecuencia, las grandes ciudades no solo son vulnerables ante los desastres de origen natural sino que son gestoras de riesgo: la mayoría de las calamidades tienen un origen antropogénico, es decir, la acción humana es la que propicia situaciones cada vez más riesgosas. La ONU sostiene que “Las características físicas y espaciales de las zonas urbanas, la vulnerabilidad socioeconómica de sus habitantes, las deficiencias de las capacidades institucionales y los desafíos ambientales son algunos de los factores impulsores del riesgo que se desarrollan en la compleja situación en la que se encuentran las ciudades.” Es necesario agregar la voracidad del negocio inmobiliario, el cambio del uso de los suelos por intereses económicos, la brutalidad de los desmontes y el desprecio respecto a la naturaleza.

Al respecto consultamos a Jairo Estacio, nacido en Ecuador, Investigador en Vulnerabilidad Territorial y Reducción del Riesgo, Universidad de Grenoble, Francia; Asesor Regional de Gestión de Riesgos UNISDR. PNUD-DIPECHO. Ecuador.

Entre los videos del último deslave que afectó la zona de Gasca, en Quito, Ecuador, resalta el grabado por una mujer que reza en voz alta rogándole a Dios para que “pare esto”. Las imágenes dejan en claro que las calles actúan como cauce de una enorme cantidad de agua y sedimentos que arrasan todo a su paso: viviendas, vehículos, personas, árboles.

El Informe de Evaluación Global sobre la Reducción del Riesgo de Desastres de las Naciones Unidas informa que entre 1980 y 2012, cada año se perdieron 42 millones de años de vida en desastres registrados en el ámbito internacional. (El concepto de “años de vida humana” ofrece una representación más clara de los impactos de los desastres, ya que proporciona un parámetro con el que se describe el tiempo necesario para producir el desarrollo económico y el progreso social.

Más del 80% de los años de vida totales que se pierden en los desastres se reparten entre países de ingresos bajos y medios, lo que representa un serio revés para el desarrollo social y económico comparable con enfermedades como la tuberculosis.

¿La pregunta es si hay que seguir encomendándose a Dios o es posible anticipar los riesgos que provocan cada vez más tragedias en las grandes ciudades? Jairo Estacio sostiene que los riesgos se construyen: “En la ciudad de Quito la ocupación de laderas o sitios marginales que no son planificados, la política habitacional, la política urbana, confluyen en la construcción social del riesgo. Estos riesgos se construyen: El aluvión sí es una construcción social, no es un elemento tan natural. El aluvión es un evento morfo-climático que por su génesis debe ser considerado como un evento socio-natural: el aluvión se construye por la saturación de aguas que normalmente son producidas por la impermeabilización del suelo, más eventos de clima extremos y otros factores adicionales al relieve. La acumulación de vulnerabilidades físicas, sociales, socioeconómicas, políticas, institucionales, de infraestructura, constituyen una serie que permite prever el nivel que pueden tener los desastres socio-naturales. Las grandes lluvias no pueden ser consideradas la causa sino el detonante. El problema no solo recae en una ausencia de la gobernanza del riesgo a nivel institucional, donde tenemos elementos que aparentemente están bien pero en el ejercicio de esos elementos, hay ausencias, hay limitaciones. A esto se suma un crecimiento desproporcionado de la población hacia las laderas con un factor extractivista, lo que convierte a las ciudades como productoras de riesgo: ahora las ciudades no solo son vulnerables ante los desastres sino que son gestoras de riesgo. Por eso hoy se está discutiendo el concepto de ciudades resilientes o ciudades sustentables.”

Estas catástrofes se repiten con frecuencia creciente en muchas grandes ciudades en el mundo: hay cada vez más ejemplos como el desastre del 2022 en la ciudad de Petropolis, Brasil, también en la Argentina se produjeron gravísimas inundaciones en las ciudades de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires y en Santa Fe, capital de la provincia homónima que provocaron gran cantidad de víctimas fatales.

Las imágenes que provienen de Petrópolis, Brasil, también son elocuentes:

“Lo que acaece en las grandes ciudades son desastres que al tener origen antrópico –explica Estacio- la urbe se vuelve una acción antrópica tan fuerte que al momento en que se expande definitivamente va consumiendo todo lo que está a su alrededor. Es una expansión que cambia totalmente los usos, degrada los recursos, por eso cada vez más los desastres se van acumulando en las zonas urbanas. También indica que la gobernanza del riesgo en las ciudades generalmente está supeditada a algunas herramientas: plan de contingencia y planes de recuperación pero además requiere tener organismos preparados, equipos multidisciplinarios que vengan de varias regiones de la ciudad, esto tiene que ver con muchos actores y, fundamentalmente, la participación de la ciudadanía.

La continua valoración errónea del riesgo muestra que las consecuencias no se suelen atribuir a las decisiones que generan los riesgos. Esta falta de atribución y de rendición de cuentas genera incentivos perversos para continuar con este comportamiento de generación de riesgos, ya que quienes se benefician del riesgo rara vez asumen sus costos. De este modo, se han generado y acumulado nuevos riesgos más rápido de lo que se han reducido los riesgos existentes.

Inundación en la Ciudad de La Plata en 2013:

Jairo Estacio considera que “Hay un modelo de desarrollo extractivista, un modelo que ha sido implantado por décadas en nuestras ciudades latinoamericanas. Creo que tanto la visión expansionista como la extractivista nos están afectando gravemente pero también existe la visión del manejo equitativo de los recursos. Tenemos que buscar las opciones que nos permitan adaptarnos al medio y no al revés, que el medio se adapte a nosotros, a nuestras necesidades, porque de esa forma no vamos a tener nada a largo plazo, ya no va a quedar nada. En Latinoamérica la mayoría de las empresas extractivas son transnacionales que buscan extraer los recursos y al final existe poco manejo ambiental. Aquí no sucede que se realice una explotación más amigable y lo peor de todo es que al final, a pesar de las riquezas naturales que tienen nuestros países, sigamos en la peor miseria del mundo. Y hay países que no tienen ningún recurso y son más ricos que nosotros. Aquí tenemos problemas de base que no tiene que ver con la falta de dinero.”

 

Entrevista a Jairo Estacio

Asesor Regional de Gestión de Riesgos UNISDR. PNUD-DIPECHO. Ecuador.

 

-En todo el mundo se multiplican las catástrofes en las grandes ciudades: inundaciones, deslaves, terremotos, desastres climáticos, etc. ¿Se trata de tragedias naturales o la acción humana juega un rol cada vez más preponderante?

Jairo Estacio: Hace unos 30 años, normalmente, a los desastres que acaecían en diferentes ciudades y en diferentes territorios se los etiquetaba como desastres naturales. Entonces no había todavía esa noción de cuánto influye el factor humano en estos desastres. Posteriormente surge una definición basada en el concepto de construcción social del riesgo; entonces, los desastres, si bien pueden ser de origen natural, en la connotación y en la gravedad influye netamente la acción humana o lo que se denominan como las reacciones antrópicas. Evidentemente, cada vez que hay una transformación del suelo urbano, un cambio de uso del suelo o una degradación ambiental, un cambio del paisaje natural o diferentes situaciones que cambian la morfología, como cambiar la situación de cauces de ríos, etcétera, se producen estos eventos de modo más recurrente.  A partir del año 90 una serie de profesionales y académicos han trabajado mucho en esta noción del riesgo desde la construcción social. Hay muchos tipos de estudios al respecto. Tanto así, que en el año 2000 se genera un cambio radical en la mentalidad, a tal punto que ya los desastres no se denominan desastres naturales sino desastres de origen natural. Del mismo modo a lo que se llamaba amenazas naturales se las denomina amenazas de origen natural. Ahora ya es una ciencia que requiere un tratamiento interdisciplinario: ya no están solamente los que estudian la parte física de las amenazas o del riesgo, sino también personas y profesionales que conocen la parte de la vulnerabilidad, ambientalistas, geógrafos, gente que también está participando en todo lo que es la cuestión urbana. Entonces, se forman grupos que cada vez son más interdisciplinarios para tratar de comprender estos escenarios de riesgo.

-Pero las grandes ciudades continúan creciendo casi siempre en modo caótico

J.E.: En las grandes ciudades se nota más porque, finalmente, la urbe se vuelve una acción antrópica tan fuerte que, al momento que se expande, definitivamente, va consumiendo todo lo que está a su alrededor, existe una expansión que cambia totalmente los usos, degrada los recursos. Entonces, los desastres se van acumulando más en las zonas urbanas y tiene una connotación distinta, porque es en las zonas urbanas donde se acumula también la población. Existen zonas que están mayormente expuestas a estos tipos de desastres, entonces, esta es más o menos la noción, groso modo, de lo que te puedo contar de la visión de cómo es esto del origen de los riesgos.

-En Quito, una ciudad de laderas, uno supone que siempre está latente el riesgo de los desmoronamientos, deslaves o aluviones, como pudimos ver que sucedió en la zona de Gasca donde se produjeron muchas víctimas fatales e inmensos daños. ¿Existe allí la prevención del riesgo?

J.E.: En el mismo lugar hubo un aluvión en el año 75, se supone que en esa ocasión hubo menos muertos porque había, quizás, menos población expuesta en esa zona. En aquella época, en el 75 la causa fue igual: aguas arriba había unas cunetas que son para desaguar aguas del río y aguas de las laderas, y esas cunetas no abastecieron lo suficiente y también se vino abajo por la misma calle, por la misma avenida y se produjo este fenómeno que fue bastante similar. Entonces, estas son más o menos como las mismas génesis de los fenómenos y lo que queda es preguntarse ¿por qué no se ha hecho nada?, o ¿qué es lo que sucede para que existan estos tipos de fenómenos sin haber recuperado una memoria institucional? ¿y dónde está la gestión que debía haberse realizado? Más o menos son las preguntas que quedan hoy por resolver.

En el caso de las zonas urbanas de laderas, estas zonas son netamente más expuestas a este tipo de eventos como derrumbes, deslizamientos, precisamente por su ubicación. Entonces, Quito, por ejemplo, ha tenido una fuerte expansión urbana como otras ciudades, como La Paz, también en Bogotá en ciertas zonas, que también es una zona de ladera. Aquí lo que ha sucedido es que la ciudad normalmente estaba compuesta por 87 quebradas y la visión expansionista de la ciudad definitivamente veía a la quebrada como obstáculo. O sea, no la veía antes como una zona natural de belleza paisajística y donde habitan diferentes especies, sino que lo que se veía en ese momento era un obstáculo para la urbanización. Así fueron definidos los planes de desarrollo, me refiero a esos planes de los años 50, 60, donde no había una política ambiental adecuada para preservar estos sitios, se fue rellenando la quebrada sin ningún aspecto netamente técnico. El problema que viene ahora es que, evidentemente, muchas quebradas fueron simplemente rellenadas y no hay ni siquiera un cauce a veces. Después, cuando ya existió alguna política de entorno, de poder mejorar los sistemas de drenaje, ahí lo que se hizo fue adecuar sistemas que obviamente no eran los más adecuados dentro de su diseño, jamás van a poder reemplazar un río. Por ejemplo, por más que vos encauces un río, va a ser imposible que ese río pueda reducirse a un diámetro que tiene una alcantarilla. Entonces, eso sucedió y ahora la mayor parte de fenómenos que han acaecido desde el origen republicano, de los años 1900, pero sobre todo en los años 1940, 50, son eventos que vienen dados por esta cuestión de que los drenajes finalmente no abastecen o no son suficientes para la cantidad de aguas que va por ellos, de aguas de lluvia, de aguas servidas, etcétera. Muchos drenajes no aguantan el diseño y existe ahí una zona de inundación porque ya están tapados, son inundaciones de zonas bajas, pero en las partes altas que hay pendiente, ahí suele acumularse el agua y suelen suceder los aluviones.

-Lo que se veía en las imágenes de este último grave aluvión que hubo, era que las calles cumplían la función del río.

-J.E.: Exactamente, porque por la quebrada, en La Gasca, normalmente antes existía un drenaje. De los tantos drenajes que existían antiguamente La Gasca es uno de ellos, entonces, por momentos, tú tienes ahí un colector que no abastece suficientemente a todas esas aguas y menos se diga un aluvión que viene cargado de sedimentos y todo eso. Sucede que ninguna alcantarilla va a aguantar ese volumen de masa: esas alcantarillas colapsan y sucede el aluvión. La calle es un sitio recurrente, un sitio preferencial que se da para este movimiento de masa. La Gasca definitivamente no pudo soportar la cantidad y el volumen de sobrecarga de lluvia y sedimento y finalmente colapsaron todas las alcantarillas. Y por La Gasca, por la calle que es impermeable, obviamente no puede drenar y tampoco puede escurrir. Ahí, básicamente, bajó toda el agua de una forma veloz y eso produjo que el agua y todo el aluvión llegue, por lo menos, unos 6 km aguas abajo. Llegó hasta la calle 6 de Diciembre, que si lo ves en el mapa es bastante, bastante más abajo de donde estaba el aluvión.

 

La gobernanza del riesgo en las ciudades

-Pensaba también en lo que sucedió en Petrópolis, en Brasil.

-J.E.: La cuestión es que son fenómenos que tienen la misma génesis en los factores netamente humanos. Y detrás de esos factores humanos de tala, de cambios de uso de utilidad del suelo, evidentemente, hay lluvias excepcionales, eso no vamos a negar, que hay lluvias excepcionales que han hecho que crezcan los caudales y la demanda de un mayor desalojo de aguas. Pero aquí, para mi forma de ver, se conjuga una parte que es fundamental que estamos perdiendo de vista, que es el hecho de la gobernanza del riesgo en las ciudades. La gobernanza del riesgo en la ciudad en general está supeditada solamente a tener alguna herramienta, como un plan de contingencia o planes de recuperación, pero la gobernanza va más allá de eso, se requieren organismos preparados, equipos multidisciplinarios que vengan de varios sectores de la ciudad, porque esto no solamente es una cuestión de los bomberos o una cuestión de las oficinas de riesgos que están en cada ciudad y en cada país, es una cuestión que tiene que ver con varios actores, incluso la sociedad civil, que son los primeros que deberían responder y también preservar su entorno. Entonces, como no están integrados dentro de una gobernanza como actores activos, actores que se los denomina también como factores de cambio, es decir, actores que estén ahí transformando de forma positiva. Lo que existe finalmente es como una especie de reacción, es decir, somos reactivos a los eventos pero no existe prevención. Entonces, el factor de prevención se da con una buena gobernanza de riesgo, en el cual confluyan -como digo- los actores, confluyan las leyes, es decir, las herramientas legales, la parte institucional y etcétera, etcétera.

-Parece que la prevención de riesgos no trae mucho rédito político.

-J.E.: Exacto, así mismo es. El problema de la gestión del riesgo es que nadie gana votos y nadie se hace presidente diciendo “yo voy a mejorar, a reducir los riesgos”. El riesgo es algo invisible, es algo virtual; de hecho el riesgo se mide solamente con probabilidades y con simulación, o sea, no tienes nada. Y al ser una simulación evidente con unas metodologías determinísticas y probabilísticas, dependiendo de los métodos, tú siempre vas a tener un modelo. Entonces, ese modelo evidentemente no es 100% real, se puede acercar a la realidad porque te ayuda a tomar decisiones, pero no es un modelo que te garantice que va a ser así, ni los mejores modelos creo que te pueden garantizar eso. Y volviendo al punto que decías del rédito, primero, que a veces el riesgo no se entiende bien, segundo, que es algo que no ha sucedido, al ser algo virtual la gente no lo visibiliza de forma concreta, entonces pierde esa noción de importancia.

 

Justicia territorial

-En estas situaciones también tiene que ver la escasez de la tierra y las dificultades para planificar nuevas infraestructuras que sean amigables con el medio ambiente. También se conjuga el tema de la codicia y un modelo de ciudad extractiva.

-J.E.: Dentro de los grandes retos, que por ejemplo existen en Naciones Unidas con la agenda 2030, está el de desarrollo sostenible urbano. Uno de los retos es, justamente, cómo generar ciudades sostenibles. Este es un reto súper gigante porque sabemos que las ciudades son los principales productores de riesgos: la ciudad no sólo que genera riesgos para sí misma, sino que además genera riesgos hacia otros territorios. Entonces, la expansión urbana, la degradación, la explosión demográfica, con todos estos factores es cuestión de tiempo para que en algún momento llegue a colapsar. Entonces, se plantea que la misma ciudad debe ser la solución, no tomar decisiones fuera de la ciudad, porque en la ciudad tenemos todos los poderes, tenemos instrumentos, tenemos los medios. Entonces, se habla que dentro del discurso del desarrollo sostenible sean las mismas ciudades quienes puedan generar sus mismas soluciones a estos problemas. Hablan de una ecología urbana, algún colega hablaba de lo que son los sitios de justicia espacial, es decir, como sucedía hace poco tiempo con las especies, que eran sujetos de no derecho y ahora ya tienen derechos por cuestiones de política ambiental, igualmente sucede con el suelo. Estamos buscando esta justicia también espacial que se denomina, justicia territorial, si se quiere, porque de alguna manera hay que buscar el equilibrio. Esto es lo que se está discutiendo mucho en cuanto a la sostenibilidad de las ciudades: cómo mejorar las políticas de sostenibilidad en cuanto a equilibrio, el equilibrio en cuanto a pobreza, por ejemplo, equidad social. Este es un punto crucial porque, dentro de la ciudad tienes cinturones de pobreza, marginalidad y, por estadística, los sitios que mayor impacto tienen y los que sufren mayores consecuencias de muertos y desastres en cuanto a infraestructura y material, etcétera, son las partes marginales. Entonces, esto ¿qué nos dice?, nos dice que, finalmente, son aquellas partes más vulnerables las que están sufriendo el mayor impacto, aquellos asentamientos informales, los asentamientos que están ubicados en zonas peligrosas. De eso se trata una política de justicia social también: que existan espacios equilibrados dentro de la ciudad, que exista una igualdad de derechos, de corresponsabilidad. También es importante que existan leyes que ayuden a mejorar y a respetar estos entornos que antes no han sido respetados, también normar y poner freno al manejo de recursos que, de alguna manera, debe ser sustituido con otras opciones dentro de la misma ecología urbana. Entonces, todo esto está en discusión.

-Parece que no se está avanzando mucho…

-J.E.: Yo no he visto hasta ahora muchos avances concretos, pero hay ciudades como, me parece, Curitiba, hay otras ciudades, sobre todo había un proyecto hermoso, que no me acuerdo cómo está ahora, en una región en Amazonía en la parte de Colombia que trataba de la cultura anfibia, que era tratar de que las ciudades no sigan rellenando sino que vivan como aquellas casas, no sé si has visto que están sostenidas como en vigas, o sea…

-Sí, acá es muy común en el Delta del río Paraná.

-J.E.: Exactamente, es un poco como la cultura anfibia que se quería promover, porque hay que adaptarse al medio y no el medio a nosotros, de eso tratan un poco estas nuevas planificaciones sostenibles de suelo urbano.

-Muchas veces nos enfrentamos a situaciones que parecen inevitables ¿cómo pueden organizarse las comunidades para resistir estos embates?

-J.E.: Yo creo que es necesario ahora repensar no sólo en términos de ciudades sostenibles sino hay que repensar como ciudadanos, cuál va a ser el rol del nuevo ciudadano del futuro frente a estos nuevos retos que se nos vienen. Entonces, los ciudadanos que antes simplemente reclamábamos derechos que no nos da el municipio, debemos ya tener una noción diferente y ya más activa de también otorgar nuestras responsabilidades y ser más contribuyentes hacia estos cambios. Y yo creo que ese es un reto que yo veo que en las grandes ciudades todavía no existe, acá en Quito al menos existen ciertos barrios que son más organizados, que se conocen entre vecinos, que existen unas mingas. Mingas se llaman todos esos trabajos que hace la comunidad para limpiar vías, mejorar su entorno, etcétera. Entonces, estos trabajos de mingas existen porque hay unidad de ciertos barrios, pero en la mayor parte esto se va perdiendo a medida que va creciendo la población y se van transformando, cambiando los usos a otro tipo de edificación. Entonces, ahora existen barrios que incluso no se conocen entre vecinos y edificios donde no sabes quién vive arriba. Yo creo que hay que cambiar esta cuestión de cómo contribuir como ciudadanos y como organizaciones hacia estos nuevos rumbos que se nos vienen.

-O sea que la participación popular siempre tiene un lugar fundamental en la convivencia humana.

-J.E.: Claro, exactamente, creo que por ahí también es un punto importante, porque incluso para poder generar un cambio, el cambio viene desde abajo. El cambio, como te decía, viene desde la parte de los ciudadanos que se organizan, viene desde el cambio de mentalidad sobre cómo yo veo a mi entorno. La ciudad no solamente es un lugar que es ajeno al mío, donde yo arrojo basura, donde yo destruyo los bienes públicos, los bienes comunes, tiene que haber un cambio de mentalidad en eso y una apropiación que se debe realizar en colaboración, con trabajos más comunitarios, trabajos más sociales, etcétera. Entonces, a mí me parece que por ahí es un punto también donde hay que rescatar estas cosas de organizaciones sociales urbanas.

-Es decir, en vez de estar rogándole a Dios organizarse para que no suceden estas cosas.

-J.E.: Claro, exactamente, ese es un punto importante, que todavía nosotros creemos que los desastres son como castigos divinos, una noción que ya es del siglo XVIII y que todavía mucha gente cree en esos castigos divinos, “que Dios me castigó”, “que esto Dios lo quiso así”. Es necesaria una toma de conciencia en cuanto a dónde estás parado, qué riesgos tiene, cuáles son las necesidades, etcétera. Entonces, habiendo ya existido un tipo de concientización sobre estos temas, posiblemente esto hubiese sido importante para mejorar esta organización. Pero las organizaciones simplemente se organizan cuando quieres pedir algo, o sea, cuando quieres pedirle al municipio, cuando quieres exigir algo te organizas, pero no te organizas para prevenir algo, no te organizas para cuidar tu entorno, no te organizas para otro tipo de situaciones que también son importantes, ¿por qué?, porque tal vez no lo vemos así, el riesgo como algo importante. Pero eso es un punto que -como te decía al inicio- la organización social urbana y la participación social urbana es muy importante ahora para poder mejorar la convivencia y reducir los riesgos, eso es indudable.

-Esa situación de ciudad extractiva que planteás está en consonancia con lo que sucede en muchos niveles dentro de nuestras sociedades en toda Latinoamérica ¿cómo lo interpretás?

-J.E.: Sí, yo creo que esto corresponde a un modelo de desarrollo que es extractivista, es un modelo que ya ha sido implantado por décadas en nuestras ciudades latinoamericanas, y acá sucede igual con el páramo, por ejemplo, aquí existe un avance de la frontera agrícola hacia las zonas de páramo, que son las zonas más altas, que son como los generadores del agua. O sea, cuando ya se acaba el páramo vamos a tener un problema de escasez brutal de agua. Entonces, creo que la visión expansionista y extractivista son las que nos están afectando gravemente.

-Las dificultades para tomar decisiones soberanas me da la sensación que es un meollo del problema grave de injusticia social que existe en América Latina, las cuestiones de deuda, son cuestiones que se repiten y son prácticamente idénticas en todos los países. Además, casi todas las empresas extractivas son de otros lugares del mundo.

-J.E.: A uno no le cabe en la cabeza cómo, a pesar de que somos ricos, en teoría, con tantos recursos, sigamos en la peor miseria del mundo, cuando hay países que no tienen ningún recurso y son más ricos que nosotros. Aquí tenemos problemas de base que no solo tienen que ver con la falta de dinero, sino tienen que ver con la falta de honestidad de nuestros políticos, tienen que ver con la falta de integridad que existe en nuestra población; hay mucha corrupción desde las bases, desde el taxista que te cobra más, desde la persona que elude una fila, hasta el gerente y hasta el presidente. Entonces, esta cadena de corrupción y de falta de integridad y de honestidad, yo creo que este es el principal problema que también está atrás de los riesgos. Por ejemplo, cuando tú construyes en un lugar indebido y tú pagas al municipio para que te dejen construir, o el municipio recibe una paga para dejarte construir o hacer otro tipo de edificación que no está permitida, ya estás ahí aumentando el riesgo a través de un acto de corrupción, por ejemplo. Y así existe en todo, o sea, cuando das un permiso para que talen y pongan una urbanización porque recibes un rédito, también existen ahí actos de corrupción. Entonces, el modelo mismo, este modelo que tenemos, no solo extractivista sino esta connotación de este modelo basado justamente en la avaricia, como tú decías, o basado en la competitividad y en la falta de lealtad, creo que también esto tiene que analizarse en un momento, y quizás algún sociólogo ya lo esté analizando; pero mucho tiene que ver esta calidad humana, tiene mucho que ver en eso también.

-¿Cómo es que Ecuador pudo mantener la cantidad de comunidades plurinacionales que hoy conviven?

-J.E.: Sí, yo creo que existe esto porque los pueblos indígenas han tenido una fuerte representatividad, y esto hay que reconocer, también por ejemplo hubo una reforma agraria en los 70, que esta reforma agraria también produjo una especie de más justicia sobre los indígenas. Luego hubo procesos indigenistas que son bastante importantes en el país, uno de ellos fue reciente, incluso no hace mucho hubo varios levantamientos para tratar, los indígenas siempre se levantan cuando existen cuestiones que a ellos también les perjudican y, por ende, perjudican obviamente a la mayoría de población que está marginada. Entonces, esto yo creo que ha sido una reivindicación social permanente del indigenado, es una reivindicación a partir de grupos sociales, el apoyo de muchos actores que están colateralmente apoyando a estos grupos indigenistas. Y también se debe a que existe un tipo de unidad en el país, existe bastante institucionalidad que se ha formado en torno a los indígenas y en torno a las personas, como se denominan también de multiculturalidad, afrodescendientes, multiculturalidad que hay en Amazonía. Entonces, todos estos tienen representatividad y de alguna manera han podido tener una especie de visibilidad y de poder, hasta cierto punto. Y es la primera vez en la historia que en la asamblea nacional hay indígenas, anteriormente había muy pocos, pero ahora es una mayoría de un movimiento que se llama Pachakutik. Sin embargo, hay que reconocer que a pesar de que existe toda esta representatividad y existe esta ganancia por parte de los indígenas, en lo cual yo también estoy de acuerdo que exista esta multiculturalidad, que es importante que esté presente, también esto es un arma de doble filo porque, al final, dentro de toda esta armazón que existe en cuanto a estos grupos existen también fisuras, fisuras donde se filtran determinados actores que hacen que existan conflictos dentro de estos grupos, y actualmente hay bastantes problemas para llegar a una unidad nacional de estos grupos, o sea, incluso dentro de estos grupos existen confrontaciones. Entonces, esas fisuras son generadas ya por diversos factores políticos, diversas situaciones de interés económico, etcétera. Entonces, los indígenas tratamos, digo tratamos porque también me incluyo, tratamos de estar ahí dentro de esta lucha, de esta presencia, pero es difícil por la connotación de cómo logras la unidad en América Latina, o sea, la unidad no es sumar más. La unidad es coordinación, es buscar andamiajes, buscar un tipo de representatividad en el discurso y, definitivamente, lo que hay es grupos que forman un conjunto, pero no hay unidad todavía. Entonces, eso me parece que hay que trabajar, la unidad.

-Una situación similar se produce acá en la Argentina en la zona norte, en la zona del litio, que también son tierras ancestrales y se pueden explotar con acuerdos con las comunidades que habitan el lugar. Y también suceden este tipo de fisuras entre unas y otras pequeñas comunidades, ya sea tanto porque son tentados por dinero de las empresas multinacionales o por acuerdos políticos, pero también existen las comunidades que se oponen a la explotación del litio.

-J.E.: Claro, es que esto te digo, es una situación que ha estado vigente por muchos años. Aquí yo creo que en Ecuador, igual esto no es solo en Ecuador sino en Colombia, en Bolivia, en la Amazonía brasileña, o sea, existían muchos más grupos étnicos marginados. O sea, si hablamos de aquí, no soy un experto en esto, pero de lo que he podido yo leer un poco, hace más o menos 50, 70 años existían varios grupos, tal vez unos 20, 30 grupos más, al menos en la parte ecuatoriana que se han ido extinguiendo ya esos grupos, todavía quedan, pero van cada vez aminorándose. Y esto se debe justamente a lo que tú dices, que llegan transnacionales, llegan colonizadores mestizos, colonizadores extranjeros, y lo que producen es que a esta gente la desplazas, o le compras, o le ofreces alguna ayuda económica, y finalmente ya comienzan a perder su cultura, sus costumbres. Y finalmente, al tener otra idiosincrasia y otra visión, una cosmovisión diferente de la vida, lo que hacen es más bien forjar cinturones de pobreza. Entonces, ahí vienen problemas radicales en los cuales hay que trabajar en cómo mejorar y preservar también estos pocos grupos étnicos que todavía existen. Entonces, hay una política acá plurinacional, el buen vivir, por ejemplo, la secretaría de planificación tiene una política del buen vivir, tiene una planificación en cuanto a incorporar estos grupos étnicos dentro del desarrollo, pero es bastante complicado debido, justamente, a que hay factores transversales que están permanentes y que no permiten justamente esta unidad. Entonces, yo le veo a esto un reto y esto va de la mano con lo ambiental, porque recordemos que estos grupos étnicos -para mí- forman parte de estos ecosistemas nativos, naturales, y son parte ya obviamente por generaciones, desde antes que existan nuestras naciones ya existían los indígenas y existían estos grupos. Entonces, de alguna manera, creo yo que esto habría que mejorar y recuperar esta memoria ancestral, y eso es lo que se intenta al menos.

Entrevista y texto: Rubén Fernández Lisso, IDEP Salud.

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Historias innecesarias, Inundación de Santa Fe, 2003:

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Enorme inundación arrasa ciudad Petrópolis en Brasil:

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Evaluación Global sobre la Reducción del Riesgo de Desastres Naciones Unidas:

https://www.undp.org/es/latin-america/publications/evaluacion-global-sobre-la-reduccion-del-riesgo-de-desastres

Inundación La Plata | Informe Socio Sanitario del Colegio de Trabajadores Sociales de La Plata