La vacuna cubana avanza con el respaldo de científicos argentinos


Cuba busca desarrollar una vacuna propia contra el coronavirus en 2021. La “Soberana 02” ya probó que es segura y acaba de entrar en fase II, pero la baja circulación viral en la isla complica los ensayos de eficacia. Cuáles son sus ventajas y por qué cientos de investigadores piden que se pruebe en nuestro país.

El desarrollo del Instituto Finlay -entidad estatal en La Habana- ya comprobó que es segura y acaba de entrar en fase II de prueba, con la participación de mil voluntarios. De demostrar su éxito, en marzo pasaría a la fase III de testeo en humanos a gran escala, la etapa previa a su producción masiva y comercialización.

Desde que comenzó la pandemia, Cuba logró un control sanitario exitoso, con poco más de 12.000 casos y menos de 150 muertos en un país con más de 11 millones de habitantes, habiendo logrado volver al pleno de sus actividades sociales pero manteniendo las medidas sanitarias.

Es justamente esa baja circulación viral lo que dificultaría la obtención de resultados a corto plazo de los ensayos clínicos de fase III, etapa de comprobación de eficacia. “Se necesitan voluntarios de espacios en los que haya elevada circulación viral. De hecho, con los desarrollos de Oxford, Sinopharm o Astrazeneca se hicieron pruebas en Latinoamérica durante el invierno, temporada en que se estimaba iba a darse un avance del coronavirus en la región”, explicó a Canal Abierto la bióloga molecular Belen Almejun.

Argentina ha participado durante el 2020 de múltiples ensayos de fase III de vacunas contra COVID-19 debido a la elevada circulación viral que permite acelerar los resultados de fase III para poder medir su eficacia.

Alrededor de 5000 personas -científicos y científicas, docentes universitarios y público en general- de nuestro país suscribieron una solicitada para que el Gobierno inicie tratativas con el gobierno Cubano para -hacia marzo del 2021- realizar la fase III de prueba de la “Soberana 02” en Argentina.  

“Todo parece indicar que el coronavirus va a estar mucho tiempo entre nosotros y es probable que haya que vacunarse cada tanto tiempo, así que es importante apoyar un avance científico adaptado a las necesidades y condiciones de la región”, afirmó la investigadora del CONICET e integrante del colectivo Ciencia Nuestra.

Si bien es cierto que numerosos estudios revelan que la mayoría de las personas recuperadas cuentan con suficientes células para evitar un contagio, aún no queda claro el tiempo de inmunización. Tampoco se conoce cuánto duraría la protección de las vacunas que recién se empezaron a aplicar en las últimas semanas.

En otro orden de cosas, la científica que también participa del espacio Ciencia Anti Fake News -proyecto de verificación de información sobre el COVID-19 del portal Confiar de la agencia TELAM- señaló: “no nos confundamos, a las grandes empresas como Pfizer o Moderna no les interesa Latinoamérica como posible mercado, sino a lo sumo como un espacio de testeo para después vender sus vacunas en países centrales”.

La vacuna

“El tipo de vacuna que están desarrollando en Cuba es muy segura y conocida para nosotros, al menos desde el punto de vista inmunológico: esto significa que -siempre en caso de comprobarse su eficacia- se la podrían dar personas inmunosuprimidas, algo que todavía no está del todo claro con el resto”, detalló Almejun.

De los cuatro tipos de vacuna que están en fase III, hay dos que utilizan tecnologías conocidas y similares a las que hoy forman parte de nuestro calendario de vacunación: “una es la partícula completa muerta, incapaz de generar enfermedad, y otra que implican `pedacitos de proteinas´ del coronavirus”.

También te puede interesar: ¿Cómo funcionan las diferentes vacunas contra el Covid 19?

Diferente es el caso de los desarrollos de Pfizer, Moderna o la Sputnik V: “son más novedosas y poco se sabe si -por ejemplo- se las pueden inyectar personas con un sistema inmune suprimido o no del todo competente”.

Cuba va…

Que la nación caribeña marche, una vez más, a la vanguardia en el campo científico- sanitario es fruto de una larga experiencia acumulada en medicina preventiva, inmunización masiva y el desarrollo de una industria biotecnológica de innegable prestigio internacional. 

Lo cierto es que el rasgo distintivo de la nación caribeña es la inversión del 10,6% de su PBI en salud (US$ 2.486 per cápita). Entre otras cosas, el sostenimiento de esos niveles presupuestarios volvieron a Cuba un gran productor, desarrollador y exportador de vacunas (8 de 11 de sus vacunas del calendario producidas enteramente en la isla).

Sin ir más lejos, la vacuna pentavalente (protege contra 5 enfermedades: difteria, tos convulsa, tétanos, influenza tipo b y hepatitis B) de nuestro calendario de vacunación es producida en La Habana.

Si bien la isla trabaja en tres desarrollos más contra el COVID-19, “Soberana 02” es la más avanzada en los ensayos. En noviembre último fue incluida por la Organización Mundial de la Salud en su lista informativa de medicamentos de ese perfil sobre los cuales se trabaja en el planeta.

También te puede interesar:Mitos y verdades sobre la vacuna rusa

La formación sanitaria de la isla tiene su baluarte universal en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), donde en 20 años se graduaron 7.248 médicos de 45 países, incluidos unos 200 estadounidenses.

En marzo de este año, mientras Italia y otros países afectados por la pandemia celebraban la llegada de los profesionales cubanos, en Argentina unos pocos dirigentes de la oposición intentaban denostar un programa modelo a nivel mundial. “Si nos faltaba algo… eran los médicos/espías/comisarios cubanos! #NoALosMedicosCubanos”, tuiteaba por entonces la ex titular de la Oficina Anticorrupción y uno de los cuadros político mediáticos más grotescos de la era Cambiemos, Laura Alonso.

Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, en los últimos años 60 han sido enviados a 160 países más de 600.000 cubanos como médicos, enfermeros y técnicos sanitarios. Desde los pueblos indígenas del Amazonas hasta los barrios marginales de las ciudades africanas o las víctimas del terremoto de 2010 en Haití.

Argentina, la contra cara

“Hoy compramos en el exterior el 98% de las vacunas que se utilizan en nuestro país”,  contó la bióloga integrante del colectivo Ciencia Nuestra. “La última dictadura fue un punto de quiebre en esta política de destrucción del aparato productivo en esta y otras áreas, pero siguió en democracia con un desfinanciamiento de desarrollos e instituciones que se pronunció durante el macrismo.

A mediados del año que acaba de terminar, la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS) – Malbrán retomó la producción de vacunas contra la Fiebre Hemorrágica Argentina (FHA), que había sido discontinuada en 2018.

Fuente: Canal Abierto