En medios periodísticos, se reflejó hace días la información adelantada por la Ministra de Salud de la Nación Carla Vizzotti a las y los Ministros de Salud provinciales en la última reunión del Consejo Federal de Salud (COFESA).
Pareciera ser el colofón de un tema que se coló en la agenda pública a partir de la Pandemia.
En realidad, existieron otros 2 elementos que actuaron como motores de la reaparición del debate en el que se instala como centro la necesidad/oportunidad de la reconstrucción de nuestro Sistema Sanitario.
El primer elemento sin duda fue la resistencia de los sectores populares al intento de Macri y Rubinstein de implementar el proyecto de Seguros de Salud donde cada argentina o argentino accediera a los servicios que sea capaz de cotizar o pagar, disimulado en aquel verdadero “Caballo de Troya” que fue la llamada Cobertura Universal de Salud (CUS), cierre del Ministerio de Salud mediante (propuesta que hoy es vuelta a presentar por algunos de los dirigentes presidenciables de JUNTOS). En esa oportunidad, el conjunto de representaciones del pensamiento sanitario popular, esto es, trabajadoras y trabajadores, partidos políticos, universidades y organizaciones sociales, ganamos la calle para ponerle freno al desguace macrista. Y posteriormente establecimos una plataforma de 15 puntos por el Derecho a la Salud en la Argentina que pusimos a consideración de los entonces candidatos/as a la presidencia primero, y luego a Alberto Fernández cuando resultó electo. Fue el primer antecedente en el que, mediante asambleas, reuniones, documentos y debates, se estableció un piso de acuerdos para la recuperación del derecho a la Salud que, durante décadas, los intereses y los personeros del negocio de la enfermedad se encargaron de debilitar.
Y mucho más acá, en sendas apariciones públicas, la actual vice presidenta Cristina Fernández, incursiona en el tema y ofrece el paradigma de la Integración para referenciar y direccionar un rumbo posible al debate.
Claro que la Pandemia desnudó en su máxima expresión la falta de soberanía sanitaria y de desmembramiento del sistema en su momento; pero también se comprobó luego, la capacidad de las políticas de Estado para liderar con eficacia, federalismo y pregnancia popular al ponerse en marcha el fortalecimiento del Sistema público en tiempos donde no había ni camas, ni respiradores, ni vacunas.
Estamos ante un escenario entonces, propiciado por hechos recientes, pero integrado a un prolongado y planificado proceso de depredación que quiere trasladar a la Salud desde el paradigma de los derechos, a las consignas y las variables de los negocios y la rentabilidad.
Los borradores apenas conocidos del Ministerio de Salud huelen a una ingeniería que no re estructura al sistema sanitario para ponerlo en clave de productor de igualdades, sino a prolongar los nudos que lo han caracterizado en las últimas décadas.
La salud como derecho y no como mercancía, necesita inexorablemente de un Estado vertebrador de un sistema y de políticas que no reproduzcan desigualdad, sino por el contrario, armonice las brechas que hoy existen en el acceso y la calidad de cada unx de lxs argentinxs.
Nada se habla de nuevas formas de organización, integración y financiamiento que permitan derribar sistemas provinciales y municipales tan desiguales en nuestro país.
Nada se dice de la necesidad de mejorar e igualar los salarios y las condiciones de las y los trabajadorxs que en cada rincón de la patria ofrecen su esfuerzo en Hospitales y Centros de atención. Ni de la creación de una paritaria nacional de salud que, al estilo de lxs docentes, ofrezca un ámbito de discusión de salario y de condiciones de trabajo.
Se omite plantear una verdadera revolución de la Atención Primaria tal como la soñó Floreal Ferrara, con equipos multidisciplinarios por fuera de los Hospitales, en los barrios, a tiempo completo y bien pagos, para descomprimir los hospitales y dinamizar el acceso a los servicios.
Tampoco detectamos pistas para un fortalecimiento de los Hospitales y Centros de Salud públicos tan negligentemente abandonados y deteriorados. Ni de la inclusión formal a los equipos de salud, de las y los trabajadores comunitarios y promotorxs de Salud que han sabido cuidar de nuestras familias en lo más crudo de la pandemia, cuando otros sectores solo se aprovecharon de esa oportunidad para rédito particular. No aparecen las agendas de géneros, de los colectivos originarios y ni de identidad sexual, ni mucho menos de ámbitos participativos que no sean los clásicos de las hegemonías.
No se menciona la necesaria dinamización de la Producción nacional y pública de medicamentos y vacunas para ponerle freno a la compulsividad de la industria farmacéutica.
Los nuevos instrumentos de la igualdad en la Argentina no se obtendrán de consultar a los poderosos de siempre, sino a las representaciones de las necesidades populares que ofrecieron su voluntad para ponerle freno a Macri y sus socixs, y para poner el máximo de los esfuerzos para salvar vidas en la peor emergencia sanitaria que se tenga memoria.
Como siempre, como antes, durante y después de la Pandemia, estaremos bregando por una Salud para el Pueblo y no para los negocios.
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